Cuentan que un rey muy rico de la India tenía fama de ser indiferente a las riquezas materiales y hombre de profunda religiosidad, cosa un tanto inusual para un personaje de su categoría.
Ante esta situación y movido por la curiosidad, un súbdito quiso averiguar el secreto del soberano para no dejarse deslumbrar por el oro, las joyas y los lujos excesivos que caracterizaban a la nobleza de su tiempo.
Inmediatamente después de los saludos que la etiqueta y cortesía exigen, el hombre preguntó:
- Majestad, ¿cuál es su secreto para cultivar la vida espiritual en medio de tanta riqueza?
El rey le dijo:
- Te lo revelaré, si recorres mi palacio para comprender la magnitud de mi riqueza. Pero lleva una vela encendida. Si se apaga, te decapitaré.
Al término del paseo, el rey le preguntó:
- ¿Qué piensas de mis riquezas?”. La persona respondió:
- No vi nada. Sólo me preocupé de que la llama no se apagara.
El rey le dijo:
- Ese es mi secreto. Estoy tan ocupado tratando de avivar mi llama interior, que no me interesan las riquezas de fuera”.
Muchas veces deseamos vivir como mejores cristianos y tener vida espiritual, pero sin decidirnos a apartar la mirada de las cosas que nos rodean y deslumbran con su aparente belleza. Procuramos “ver hacia adentro” y avivar nuestra llama espiritual, pues al tener nuestra mente y nuestro corazón puestos en el Señor, podemos aprender a conocerle y amarle. Aviva hoy tu interior y fortalece tu corazón y que la oración te impulse a lograrlo.
Qué difícil es cuidar la vela encendida para que no se apague, sobre todo cuando sopla el viento; sobre todo en estos tiempos que se caracterizan por el materialismo y muchos distractores más que nos pueden apagar esa luz que brilla en nuestros corazones.
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