Estudiar química es adentrarse al conocimiento mismo de la naturaleza de las cosas, su composición y los cambios que sufren. Quienes lo logran, y sobre todo, la llegan a amar, deberán sentirse muy contentos, tal vez desconcertados por la prodigiosa capacidad que tenemos los seres humanos de entender las maravillas del universo. Digo como creyente: felices por ponderar la sabiduría de Dios.
Claro que aprenderse las nomenclaturas, las leyes para balancear ecuaciones, extraer los enlaces covalentes, iónicos, metálicos, puentes de hidrógeno, calcular moles, el peso molecular o algo más simple como la masa y la energía, para muchos es un verdadero dolor de cabeza. Se requiere de mucha disciplina.
Y eso, disciplina, es lo que la maestra Lupita Vázquez quería que sus alumnos tuvieran para inculcarles un poquito de amor a la asignatura que impartió a partir del 1 de septiembre de 1975, hasta hace pocos meses, en que abandonó la cátedra por problemas de salud.
Cuarenta años y cuarenta generaciones formó la maestra Ma. Guadalupe Vázquez Covarrubias en la Unidad Académica Preparatoria número 8, de Ahuacatlán. Ese fue su cuartel, ella era la capitana, los alumnos el ejército que contaba para que se abrieran paso en la vida, y no solo a base de aprender los aspectos esenciales de la química, sino del orden y la limpieza que debemos tener todos los hombres en nuestros quehaceres.
La maestra Lupita se ganó una reputación por su manera de corregir a sus alumnos. Inclusive no pocos padres de familia se toparon con su inquebrantable manera de impartir la clase, y sobre todo, de evaluar a los bachilleres de la Prepa. Ni las más encarecidas súplicas, y mucho menos las desafiantes amenazas la hacían retroceder. Hasta los propios directivos tenían que moderar para que el futuro de los jóvenes no quedara estancado por una materia como la química; sin embargo, quién no aprendía con las exposiciones de Lupita, era porque de acuerdo a la visión que ella misma tenía, ya estaban condenados al fracaso.
Y tal vez no fue así, pero el sentido de responsabilidad que tuvo la profesora Vázquez Covarrubias, siempre fue el de cumplir con su deber. Así lo hizo, y así se le deberá reconocer en el momento en que el personal académico, el SPAUAN y la propia rectoría, le rindan su homenaje en la institución que tanto ama.
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