Doña Cuca “La Che” era una mujer sensible ante el dolor ajeno, pero también de carácter fuerte. Tuve la oportunidad de conversar con ella en muchas ocasiones después de que se fundó la colonia Demetrio Vallejo, a mediados de los años 80´s.
Ella misma me confesó que trabajo en la famosa “Burbuja” –el primer bar de ficheras que se instaló en Ahuacatlán–; pero en calidad de sexoservidora, sino más bien como afanadora y asistente de las “muchachonas”.
Una ocasión me contó la historia de un bebé “sietemesino” que ella misma localizó sobre un buró, desnudo y dentro de una caja de zapatos.
Doña Cuca hizo entonces lo que le dictó el corazón; y así, con sumo cuidado lo arropó y se encaminó al consultorio de Chuy el Médico, el cual estaba ubicado a un costado de la escuela Plan de Ayala.
El bebé recibió durante varios días los cuidados de ésta dama, pero al final de cuentas éste fue creciendo hasta convertirse en un niño como cualquier otro. Ella le dio siempre el sustento, lo mantuvo, lo educó y lo enseñó a valerse por sí mismo y ahora se desempeña como chofer.
Señala que las chicas del tacón dorado constantemente recurrían a matronas para abortar. Varias veces encontró fetos en el corral o bajo las camas; pero lo más sorprendente es que descubrió que algunas de ellas, luego de parir, enterraban a sus hijos ¡vivos!, en un corral que se localiza frente a donde se ubicaba “La Burbuja”, hasta el fondo del barrio del Chiquilichi.
Otras veces los dejaban abandonados, así nomás, a la intemperie, por el rumbo del canal; y cuentan que muchas noches se escuchaban los llantos de niños sobre esa zona. Quizás sea esta la razón por la que aún en nuestros días da la impresión de oír los llantos de alguno o más bebés.
“La Burbuja” –decía Cuca la Che– fue centro de diversión de cientos de personas. Hombres pudientes, ricos o pobres, políticos y gente que en la vida cotidiana observaban una buena conducta, pero que al llegar a ese salón cambiaban su personalidad.
Recuerdo que me narró también el caso de una damisela que se refugió en ese sitio horas después de haber dado muerte a su marido en una de las localidades de Ahuacatlán.
También se refería a un fulano que utilizó un palo de escoba para introducirlo en la vagina de una prostituta.
No obstante, explicaba que anteriormente no fluía la droga como ocurre en muchos lupanares de la región. Eso sí, las “Chabelas” eran las preferidas; pero siempre se servían al natural, no como ahora que adulteran las bebidas.
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