FRANCISCO JAVIER NIEVES AGUILAR
Don José se encontraba bien de salud, hasta que su esposa preocupada, le dijo:
– Pepe, vas a cumplir 66 años, es bueno que te hagas una revisión médica.
– ¿Y para qué?, si me siento muy bien mujer.
– Porque la prevención debe hacerse ahora, cuando todavía te sientes joven-, contestó su esposa.
A la insistencia de ella, don Pepe fue a consultar al médico, al cual solo en dos ocasiones había acudido en su longeva vida. El doctor, con buen criterio, le mandó hacer exámenes y análisis de todo.
A los quince días el galeno le dijo que estaba increíblemente bien, pero que había algunos valores en los estudios que había que mejorar.
Entonces le recetó Atorvastatina Grageas para el colesterol, Losartán para el corazón y la hipertensión, Metformina para prevenir la diabetes, Polivitamínico, para aumentar las defensas. Norvastatina para la presión y Desloratadina para la alergia.
Como los medicamentos eran muchos y había que proteger el estómago, le indicó Omeprazol y Diurético para los edemas. Pepe, fue a la farmacia y gastó una parte importante de su jubilación.
Al tiempo, como no lograba recordar si las pastillas verdes para la alergia, las debía tomar antes ó después de las cápsulas para el estómago, y si las amarillas para el corazón, iban durante o al terminar las comidas, volvió al médico.
Este, luego de hacerle un pequeño fixture con las ingestas, lo notó un poco tenso y algo contracturado, por lo que le agregó Alprazolam y clonazepan para dormir.
Don José, en lugar de estar mejor, estaba cada día peor. Tenía todos los remedios en el aparador de la cocina y casi no salía de su casa, porque no pasaba momento del día en que no tuviera que tomar una pastilla.
Tan mala suerte tuvo Pepe, que a los pocos días se resfrió y su mujer lo hizo acostar como siempre, pero esta vez, además del tilo, canela, limón con miel, llamó al médico.
Este le dijo que no era nada, pero le recetó Tabsín día y noche y Sanigrip con Efedrina. Como le dio taquicardia le agregó Atenolol y un antibiótico, Amoxicilina de 1 gr. cada 12 horas por 10 días.
Le salieron hongos y herpes y le indicaron Fluconazol con Aciclovir. Para colmo, Pepe se puso a leer los prospectos de todos los medicamentos que tomaba y así se enteró de las contraindicaciones, las advertencias, las precauciones, las reacciones adversas, los efectos colaterales y las interacciones médicas.
Lo que leía eran cosas terribles. No sólo podía morir, sino que además podía tener arritmias ventriculares, sangrado anormal, náuseas, hipertensión, insuficiencia renal, parálisis, cólicos abdominales, alteraciones mentales y otro montón de cosas espantosas.
Asustadísimo, llamó al médico, quien al verlo le dijo que no tenía que hacer caso de esas cosas porque los laboratorios las ponían por poner.
-Tranquilo, Don José, -no se excite- le dijo el médico, mientras le hacía una nueva receta con paroxetina, como antidepresivo; además de quetiapina, para dormir. Y como le dolían las articulaciones le dieron diclofenaco.
En ese tiempo, cada vez que Pepe cobraba la jubilación, iba a la farmacia. Tan mal se había puesto que un día, haciéndole caso a los prospectos de los remedios, se murió.
Al entierro fueron todos, pero el que más lloraba era el farmacéutico. Aún hoy, su esposa afirma que menos mal que lo mandó al médico a tiempo, porque si no, seguro que se hubiese muerto antes.
Por ahí se dice que, si Don José no hubiera tomado nada y hubiera seguido con su vida normal, con su régimen casi naturista con sus frijoles, sus nopales, conejo, gallina con o sin piel, pavo, las frutas y verduras de todos colores que tenía en su huerto, con una copita o dos de vino de vez en cuando como acostumbraba hacerlo, caminando 6 mil pasos diarios por su parcela mientras disfrutaba de la naturaleza, ¡estaría vivito todavía!
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