Después de asistir a la reunión de la APROCOM, el sábado, mi esposa y yo nos dirigimos a la Calle Siete para visitar a mi amigo El Gavilán y de paso preguntar por una pieza mecánica en su negocio de autopartes usadas.
Media hora después reemprendimos el camino rumbo a Ahuacatlán. Nos enfilamos por la calle de Insurgentes. Dimos vuelta a la derecha por la calle Jacarandas – o Juan Pablo II –. Luego nos desviamos hacia la izquierda por la avenida del Ejército.
Traíamos la intención de llegar a una tienda departamental que se ubica por aquellos rumbos, pero en una de esas avisté algo tan emocionante que por un momento me pareció que estaba soñando. No podía creerlo, ¡Asombroso! ¡Nunca me hubiese imaginado que podría pasar algo así!
Les aseguro que mis ojos se llenaron de incredulidad y asombro ante tan fuerte visión y así, se lo relataba a mi esposa mientras que, sin dudarlo, le sacaba una fotografía con mi cámara Sony 7.1 mega pixeles para documentar aquel momento.
Quedé perplejo. No por la instantánea que acababa de obtener, sino por la reacción desmesurada de mi señora esposa.
No la entiendo, no me entiende, ¿Cómo puedo saber yo que ella iba a reaccionar de esa manera?
¿Ustedes no harían lo mismo que hice yo para documentar ese momento? O díganme ustedes, ¿Hice mal en sacar una foto a un perro que conducía un auto? – el del automóvil del lado derecho –.
Aquí les muestro la imagen (Vean al perro conduciendo el auto). ¿Algún remedio casero o recomendación para curar un ojo morado?
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