
IXTLÁN DEL RÍO.- Despistada, la joven mujer que caminaba atrás de mí dirigió su vista hacia el norte, simulando no haber visto nada. Seguro utilizó la psicología para no hacerme sentir más mal. Pero para entonces yo ya estaba rojo de vergüenza. Me sacudí y seguí caminando sin aparentar dolor alguno.
Afortunadamente no estaba lejos de las oficinas del periódico y también respiré un poco más tranquilo al ver que no estaba la secretaria. Abrí la puerta y de inmediato me senté en un sillón, muy adolorido. Para entonces ya sabía el saldo: Raspones en codos y rodillas, una pequeña herida cortante en el meñique izquierdo y un hematoma en la palma de la mano derecha.
Pero más doloroso aún fue la vergüenza… la vergüenza de haberme dado tan tremendo “zapotazo”, ahí, en plena calle Zaragoza casi esquina con Mercado, justo donde se encuentra el almacén de una conocida casa refresquera, a escasos 20 metros de las oficinas del Express Regional.
Caminando de oriente a poniente por la referida arteria, arribé de pronto a ese punto. Nunca pensé que la arenilla de esa rampa me iba a provocar esta caía. El resbalón tuvo consecuencias. La Tablet que cargaba en mi mano izquierda quedó a medio metro de distancia, pero afortunadamente no resultó dañada; y la bolsa de uvas que sostenía en mi diestra, ¡Esa sí no se me soltó!
Tres vehículos circulaban en sentido opuesto ´- es decir de poniente a oriente – casi juntos, los dos primeros detuvieron su marcha como para ver si necesitaba ayuda. Afortunadamente las cosas solamente se limitaron a unos simples raspones, en codos y rodillas. Ahora sí, ¡Urge una limpia en la Pichancha!
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