Report-arce
Si no hay futbol entonces se transforma en el refugio de ciudadanos y personajes del pueblo que después de la santa misa de las diez de la mañana, las calles se convierten en arroyos secos, sol de plomo y pronto tu camisa queda empapada y es aquí donde el lugar visible donde está la sombra y el agua dulzona y con alcohol espumoso: el billar. Pintado de azul y otra parte de blanco y rojo.
Recuerdo que desde que estaba como profesor en la secundaria por cooperación había dos billares. Éste sobrevivió y don Ignacio Monteón fue el responsable. A un costado también regenteaba un pequeño restaurante de comida mexicana junto con su mujer y sus dos hijos.
Tres mesas, dos para carambola y una de “pool”. Esperan en su espacio bien ordenados “los tacos”, como si fueran disciplinados soldados, el palo con goma en la punta, que golpea y logra depositar en la buchaca a las bolas de material sintético que se asemeja al marfil para la acumulación de puntos y así ganar el juego cuando logra cubrir la cantidad necesaria en el ábaco de alambre y fichas de plástico numeradas de diez en diez que está como testigo de calidad empotrado en la pared.
La carambola con un riesgo de saber golpear en el lugar preciso de la blanca o roja con “piquete”, suave, en el centro o por la superficie, tratando de logra el golpe para que toque tres bandas antes de llegar al choque y que cuente en la velocidad de la victoria, sin perder turno. También se juega libre donde se trata de golpear las dos bolas restantes. Pizarrones pequeños de hoja de lata donde se lleva el conteo del tiempo y que generalmente el jugador que pierde paga.
Una heladera que marca los grados de enfriamiento y se destapan las cervezas claras y oscuras, el refresco y sentados o parados nos metemos al ocio de ver jugar. Es un ritual la utilización del triángulo, el madero para depositar o quitar los objetos del juego, bolsa de diferentes colores con número del uno al quince y la más famosa es el ocho negro. Hay mesas al fondo para jugar dominó apostando corcholatas. El enorme anuncio de la coca cola como si fuera una estrella cercana y la frase que nunca se cumple. “hoy no fío, mañana sí”.
Va dejando de ser peligroso, mi padre me prohibía que fuera a los billares de con Los Rosas. Aquí se le llama también centro recreativo y tiene su arte el juego. Me atosiga el humo de los fumadores y en las mesas están los ceniceros y lo valioso la tiza para que la punta tenga la brea suficiente y no salga el pésimo tiro que después se arrepiente el usuario. Van llegando los de la costumbre Ramón “El Caballito”, Makanaki, ya está “El Turbo”, hermano de aquel amigo que extraño tanto Antonino Casillas. Ignacio, mi compa Pepe, Luis de la familia Aguiar, cuñados que visitan de vez en vez este oasis.
La televisión con su estructura y que es esencial cuando hay peleas de box los sábados o el futbol de los domingos. Hay un espacio al aire libre y que con una lona se disfruta al llegar la noche y arrecia “la cruda”. A veces hay botana.
El encargado de las mesas, limpiarlas, de llevar el tiempo, servir bebida y cobrar los juegos, se le llama desde tiempos ancestrales, “Coime” y es Felipe Valderrama mejor conocido por “Pipi”, quien como siempre es ocurrente y gracioso, es capaz de imitar a un gallo extraviado que desde la una de la tarde hace que se forme desde las distancias el llanto y el cantar de los gallos de corrales vecinos sin que se den cuenta que faltan muchas horas para el amanecer.
Me salgo y estoy en la puerta sentado en la banca de madera y está Camilo y Ulises. Pasa don Chepe Aguiar y comienzo a capturar imágenes de lo que significa aquí un domingo, que es el festejo del día del padre y ya estamos a punto de partir al corral grande de las carnes asadas. Llega mi compadre Pin, uno de los dos, el otro es Ramón “Monchi”, los que rentan el local y ha cambiado el trato y el servicio que se ha hecho lugar indispensable para gastar en compañía la tarde y noche.
Converso con un tipo que parece filmar su película de amor y desamor: Kill Roy. Nos tomamos unas medias y nos entonamos en un domingo cualquiera desde el pueblo de los balnearios y montañas azules. Salud.
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