Se cuenta que una noche navegaba por el mar un barco. De pronto, recibe por radio la indicación de apagar las luces y seguir una luz más potente que le señalaba otro rumbo.
El capitán no quiso hacerle caso. Siguió su ruta; pero volvió a oír el llamado, una y otra vez. Finalmente, discutieron. Él dijo:
- Yo soy el capitán del barco y el barco irá por donde yo decido.
Entonces, recibió ésta respuesta:
- Si usted es el capitán del barco, le digo que yo soy el guardián del faro, y le digo que, si continúa en ese rumbo, se estrellará contra unos arrecifes, ahora, siga la luz del faro, que lo conducirá a salvo.
¿Qué crees que hizo el capitán? Se calló la boca, y obedientemente siguió al que lo guió a puerto seguro.
Nuestras vidas son como estas embarcaciones en el mar de la vida. Cada uno es el capitán de su barco, y lo va llevando como mejor le parece.
Algunos eligen bien, otros más o menos, otros hacen elecciones que hacen que su embarcación se estrelle contra las drogas, el alcohol, las enemistades, etétera.
¿Cómo podemos estar seguros de no naufragar?; ¿Cómo podemos estar seguros de llegar a buen puerto?
¡ABANDONANDO EL MANDO!
[su_box title=»MORALEJA: » style=»soft» box_color=»#686868″]Como ese capitán se dejó guiar por el vigía del faro, podemos dejar que Dios sea quien guíe nuestras vidas a buen puerto.[/su_box]
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