He visto la lastimera noticia propalarse en la prensa; y en ningún medio, nacional o estatal, se ha dado por hecho la violación y el homicidio de Rosita Tisnado.
Lo anterior no solo obedece a las normas que rigen la certidumbre de las notas periodísticas, sino también al estado de derecho que rige en nuestro país, y que establecen principios para investigar un acontecimiento que pudiera ser constitutivo de un delito.
Como pudiera, o como no. Una incógnita que aunque este repleta de declaraciones, consignas y reclamos de justicia, no conforma evidencia para emitir un suelto que señale al delegado de tránsito, Tomás Rodríguez, culpable de tales delitos.
Mal haríamos los periodistas en imputar un ilícito a alguien que está siendo investigado, y que no por eso, es inocente. De lo que sí se puede dar cuenta, y lo hemos hecho, es patentizar el reclamo ciudadano, aunque se haga a tropel.
Eso fue lo que ocurrió en la manifestación del viernes pasado cuando el presidente le dio la cara a la gente para escuchar los insultos que son comunes en los tumultos. Una muchedumbre que presenta un pliego petitorio incongruente al pedir que se investigue y se esclarezcan los hechos, y, al mismo tiempo, sostener que el deceso de Rosita fue producto de una violación y homicidio.
Con todo, las vociferaciones han servido para persuadir al alcalde y otros funcionarios a intervenir y pedir algo que solo rendirá fruto aportando más evidencias. No como sujetos obligados, sino motivados a colaborar con las investigaciones. Pues de lo contrario esa audiencia que en breve tendrán con el fiscal Edgar Veytia, quedará en el aire.
LA CUESTIÓN JURÍDICA:
Es evidente que no es la protesta social lo que va a refundir en la cárcel a Tomás Rodríguez, sino sus propios actos, sea por su negligencia o por su iniquidad. De allí que todos los que están inconformes con las primeras averiguaciones, deban sumar esfuerzos para aportar al caso y extraer de cada testimonio una verdad.
Por ejemplo nosotros entrevistamos a tres especialistas en oncología ginecológicatres especialistas en oncología ginecológica que expresaron su extrañeza por el shock hipovolémico trasvaginal que supuestamente ocasionó la muerte de Rosita. Pero, ¿cuántos de los manifestantes del viernes pueden testificar ante el juez? ¿Quiénes de los que gritaron “justicia” pueden declarar que vieron cómo los peritos sacaron a Rosita en un baño de sangre? Porque hemos visto declaraciones ante la prensa de manifestantes que aseguran que “vecinos” – a los que por cierto no le ponen nombre y apellido – aseguran haber visto la versión que generaron las primeras especulaciones y dudas.
¿Ya comparecieron como testigos quienes presenciaron el levantamiento del cuerpo? ¿Cuántos escucharon las observaciones que hizo el médico forense, y la exhortación para que otro médico de confianza de la familia lo revisara y tuvieran una segunda opinión? Si el doctor Tadeo no pudo hacer el chequeo, ¿por qué no se solicitó a otro? ¿Ya se tomaron en cuenta a los amigos íntimos de Rosita para que hablaran de su probidad y de las instigaciones que sufría por parte de Tomás Rodríguez?, o, ¿ya se tuvo acceso al celular y los mensajes que pudo haberle estado enviando el funcionario involucrado, como casi suele pasar en actos de esta naturaleza?… Pues nadie sostiene relaciones sexuales con una persona sin previo flirteo.
En el proceso penal, sobre todo, son los familiares de Rosita quienes tienen que exigir que el peritaje y los resultados que emitió el médico forense les sea revelado con exactitud. Pero, ¿cómo pueden concentrarse los dolientes en la cuestión jurídica cuando son conminados a participar en actos políticos donde se les atiborra la cabeza de “ideas”? No por nada una de ellas le dijo al presidente: “YA ESTOY CANSADA”.
Pos’ sí. Aunque en un gesto de solidaridad la multitud le haya declarado que “no estaba sola”, tal vez es lo que necesite para concentrarse en lo que realmente importa: el careo con las autoridades ministeriales. Allí es donde los deudos necesitan apoyo especial. Pero no de quienes “gritan” sin ton ni son, sino de los abogados, del presidente, de los regidores y de los testigos del caso.
Hay muchos estudios en psicología que abordan los procesos de duelo, y apuntes que refieren que la confusión que se produce tras la muerte de un ser querido se logra sobreponer mejor con “un poco de compañía”; no solos, pero tampoco con muchos.
La marcha del silencio el jueves fue un bálsamo para sus familiares. Y la manifestación del viernes una catarsis para amigos, conocidos y demás.
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