David Salas es un hombre cincuentón que habita una finca de la cabecera municipal de Ahuacatlán, hijo de aquella hacendosa señora que vendía gorditas y atole en el mercado.
David cubre su cabeza con un sombrero y ha sido una persona muy religiosa. De corazón noble, callado.
Otra particularidad no muy común en él y que mucho llama la atención es el letrero que carga sobre su pecho y espalda. Siempre sale a la calle exhibiendo estos trozos de madera donde se leen frase como “La envidia y el dinero son dos grandes males de la humanidad”; pero también habla de la humildad, del perdón y de otros valores de los seres terrestres.
La otra vez lo encontré por casualidad en la presidencia municipal. Conversé brevemente con él y en ese instante abracé la idea de escribir algún artículo sobre su personalidad, lo cual haré en otra ocasión; pero el diálogo que sostuvimos me hizo recordar una reflexión que leí hace algún tiempo y en donde se hace una comparación del valor de las personas y los autos.
Y efectivamente, coincido plenamente con el autor de ese mensaje cuando afirma que El valor de las personas se asemeja al de los autos
El año de fabricación no es lo más importante. Según como hayamos vivido podemos convertirnos en “autos viejos” o en “autos de colección”.
Un auto viejo termina abandonado y despreciado mientras que un auto de colección esta bien cotizado y se convierte en un objeto de admiración.
Todos nosotros tenemos tres edades y la diferencia entre ellas se va acrecentando a medida que va pasando el tiempo.
Por un lado tenemos la edad cronológica que nos vincula con el año en que nacimos: “El modelo y año de fabricación”.
Después tenemos la edad física que depende del tipo de vida que hayamos llevado y como hayamos cuidado nuestro cuerpo –alimentación, ejercicio, vicios, etc.–: “El estado”.
Finalmente nos queda la edad espiritual que esta vinculada con las ganas de hacer cosas y encarar nuevos proyectos: “El combustible”.
Hay quienes solo se preocuparon por cuidar la apariencia externa del cuerpo y aunque parecen estar en buen estado tienen el motor fundido y no llegaran a ningún lado.
Pero tampoco sirve de nada un auto impecable si es que tiene el tanque de combustible vacío porque resultara imposible moverlo.
Aquellos que hayan cuidado de su cuerpo y espíritu conservaran la fuerza y optimismo de sus mejores años y serán valorados por todos como “Autos de Colección”.
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