Para resolver un problema relacionado con el sistema de aire acondicionado de la Caravan, acudí aquella vez al taller “Refa-Servicio Doméstico Machuca”, de Ixtlán; y mientras los técnicos intentaban reparar la falla, conversé con los propietarios del referido establecimiento.
¡Mucho aprendí de esa conversación!; y constaté también la inconmovible fe religiosa de los dueños. Aunque de manera indirecta, el señor José Humberto Machuca me hizo reflexionar sobre diferentes tópicos de la vida.
Le pregunté dónde había aprendido el oficio y me respondió que todo era una combinación de la enseñanza teórica y la praxis; pero llamó mucho mi atención cuando dijo que en su caso, la guía del Señor había sido fundamental.
Su introversión me hizo recordar a aquel hombre que caminaba cierta noche por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida, en un pueblo oriental hace cientos de años.
Al ser una noche sin luna, la oscuridad era verdaderamente profunda. En determinado momento, se encuentra con un amigo. Al estar ya próximo, el amigo lo reconoce y se sorprende al ver que era Guno, el ciego del pueblo.
El amigo lo detiene y le pregunta:
— ¿Qué haces Guno, tu ciego, con una lámpara en la mano? Si tú no ves…
Entonces, el ciego le responde:
— Yo no llevo la lámpara para ver mi camino.Para resolver un problema relacionado con el sistema de aire acondicionado de la Caravan, acudí aquella vez al taller “Refa-Servicio Doméstico Machuca”, de Ixtlán; y mientras los técnicos intentaban reparar la falla, conversé con los propietarios del referido establecimiento.
¡Mucho aprendí de esa conversación!; y constaté también la inconmovible fe religiosa de los dueños. Aunque de manera indirecta, el señor José Humberto Machuca me hizo reflexionar sobre diferentes tópicos de la vida.
Le pregunté dónde había aprendido el oficio y me respondió que todo era una combinación de la enseñanza teórica y la praxis; pero llamó mucho mi atención cuando dijo que en su caso, la guía del Señor había sido fundamental.
Su introversión me hizo recordar a aquel hombre que caminaba cierta noche por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida, en un pueblo oriental hace cientos de años.
Al ser una noche sin luna, la oscuridad era verdaderamente profunda. En determinado momento, se encuentra con un amigo. Al estar ya próximo, el amigo lo reconoce y se sorprende al ver que era Guno, el ciego del pueblo.
El amigo lo detiene y le pregunta:
— ¿Qué haces Guno, tu ciego, con una lámpara en la mano? Si tú no ves…
Entonces, el ciego le responde:
— Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mí. No solo es importante la luz que me sirve a mí, sino también la que yo uso para que otros puedan también servirse de ella.
Alumbrar el camino de los otros no es tarea fácil. Muchas veces en vez de alumbrar, oscurecemos mucho mas el camino de los demás… ¿Cómo? A través del desaliento, la crítica, el egoísmo, el desamor, el odio, el resentimiento…
¡Qué hermoso seria si todos ilumináramos los caminos de los demás!, ¿No lo creen?
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