Un emperador estaba a punto de salir de su palacio cuando a las puertas del mismo, se encontró con un mendigo. El monarca preguntó:
— ¿Qué quieres?–. El mendigo le miró y le dijo:
— Me preguntas de una manera, como si pudieras satisfacer todo mis deseos. Él respondió:
— Por supuesto que puedo hacerlos satisfacer. ¿Cuál es?–. Y el mendigo le dijo:
— Piensa antes de prometer.
El emperador comenzó a molestarse y le insistió:
— Te daré cualquier cosa que me pidas. Soy una persona muy poderosa y rica. ¿Qué puedes desear que yo no pueda darte?–. El mendigo le digo:
— Es un deseo muy simple. ¿Ves esta bolsa que llevo conmigo? ¿Puedes llenarla con algo valioso?
— Por supuesto –dijo el emperador–; y llamó a uno de sus servidores y le dijo:
— Llena de dinero la bolsa de este hombre.
El servidor lo hizo y el dinero, apenas echado en la bolsa desapareció. Echó más y más y desaparecía al instante. La bolsa del mendigo estaba siempre vacía.
El rumor de esta escena corrió rápidamente y entonces una gran multitud se reunió en el lugar, poniendo en juego el prestigio del emperador. Entonces el emperador le dijo a sus servidores:
— Estoy dispuesto a perder mi reino entero, pero este mendigo no se va a salir con la suya, ya que me dejaría en ridículo frente al pueblo. Diamantes, perlas, esmeraldas… uno a uno los tesoros del emperador iban cayendo en la bolsa, la cual parecía no tener fondo. Todo lo que se echaba en ella desaparecía inmediatamente.
Era el atardecer y habiendo quedado el emperador ya sin ninguna cosa que meter en la bolsa del mendigo y admitiendo su derrota, le dijo:
— Has ganado, pero antes de que te vayas, satisface mi curiosidad: ¿Cuál es el secreto de tu bolsa?– Él le dijo:
— Es que está hecha de deseos humanos.
Los deseos humanos difícilmente quedan satisfechos porque somos por naturaleza muy ambiciosos. En cambio cuando buscamos que nuestro corazón lo llene Dios, todo es diferente.
Hay que saber utilizar los bienes materiales como un medio para vivir en esta tierra en paz y armonía, adquiriéndolos honestamente, sabiendo compartir con lo que no tienen, pero siempre recordando que este mundo es sólo de paso para ir a la otra vida que es la verdaderamente feliz.
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