Report-arce
Son de esas noches que andas errante, desespirituado, el corazón sin brújula y presientes que las vaguedades es la neblina en el reloj de tu sábado roto. Abres el Facebook y en el calendario digital está la invitación que te lanzó al viento una carta o botella al mar, el compañero Ricardo Cambero de Milpa de Cantos, desde la mítica Jala y la complicidad de la magia, ecología y la música que te envuelve el alma y te cura cualquier desgarradura.
Estamos en la atmósfera de los dioses del maíz y el fuego; en los cantos ceremoniales y la bruma del silencio majestuoso del volcán que dormita. Huikari, cantar en huichol, se presenta bajo arcos de una casa colonial cuyo pasillo de piedra labrada se cubre de mesas circulares y equipales, se comparte el vino tinto y las canciones levantan sus alas y en este cielo se inundan de pájaros rojos y azules en la velada que nos vuelve a sonreír la vida y los recuerdos son tan elementales que tarareamos las melodías que emanan en la colectividad del Ing. Juan Fco. Jiménez director del grupo.
Guitarra, quena y primera voz; Ing. Emilia Portugal, bombo y primera voz; profra. Heydi Bañuelos Carlos, percusión y primera voz; profr. David Solís Riestra, primera voz, coros y guitarra cuatro; Lic. Jhovami Razura Alarcón, tololoche, quena, guitarra y primera voz; profr. Juan Felipe Manríquez Meza, segunda voz, guitarra, charango y coros; profr. Martín Pérez Cáceres, quena, percusiones y coros; tec. Guillermo Plantillas, guitarra, segunda voz y coros.
En una hoja de papel imprenta vienen los mejores sueños y esperanzas, anunciando la buena nueva del amor a la tierra sin intermediarios ni redentores. Se ofrece bebidas calientes con café orgánico, bebidas heladas como el agua de limón con chía, el menú medicinal como el cedrón para relajarse o Santa María para mejorar el estado de ánimo.
Los acompañantes como las gorditas de horno, gorditas de garbanzos y la bizcotela. En este recinto que huele a luz y sombra, y en cada mesa un vaso con veladora y lo tenue conserva el llamado al mundo. Es sala de lectura y cine de compromiso. Los adornos de mazorcas y guitarras colgadas, libros de los dioses mayas y escalera mágica. Es una casa antigua donde los años recorrieron los rincones y su patio central que todavía se conservan los murmullos y las lunas de cuarto menguante.
Una puerta ancha de madera, en sus costados los anuncios luminosos de libros y horarios. Nos sentamos en una de las mesas que cubren un espacio de la calle y converso con Fredy Magallanes, mientras bien y va el pájaro Chohui, los versos del nicaragüense Carlos Mejía Godoy ¿o será Luis Enrique? Nos regalan Pueblo Unido de Quilapayún y siento el aroma de aquellas emociones que se podía tocar el amor con los dedos, tan cercano a todo.
Viene Nicolás Guillén pidiendo que abran y cierren la muralla, a la rosa y un clavel y al sable del Coronel. Me fijo que Martín Pérez se parece al poeta Ernesto Cardenal pero en tiempo joven. Sigue la bohemia y los gritos de melancolía por el sabor y velocidad del vino en los 19 días y 500 noches de mi compadre Joaquín Sabina.
Me llega de pronto aquel verano y estas calles silenciosas de caracoles. Sólo le pido a Dios que el dolor no me sea indiferente. Claro que no, entonces ¿tendría la vida sentido?
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