No ocupé indagar a fondo para darme cuenta de que aquella familia era adinerada. Bastó una sola mirada para darme cuenta de ello. Ropa de marca, lenguaje muy “chics” y hasta la forma de sentarse delataban su linaje. Ahí estaban en la sala exterior de reposo de un hospital privado en la ciudad de Tepic.
El día anterior había acudido al Hospital Central donde miré a varias familias recostadas en el piso. Hombres y mujeres recargados en los muros vistiendo ropa desgastada y comiendo cualquier fritanga. Un contraste más que evidente entre los que acuden a este nosocomio y los que se atienden en dicho hospital.
Las condiciones familiares me permitieron conocer ambos lados de la moneda; es decir, entre los que tienen mucho dinero para pagar servicios médicos de primera y los que mucho batallamos para poder ser atendidos por algún galeno que brinda sus servicios en una institución de salud pública.
En lo personal acudí a dicho hospital para acompañar a un pariente que requería un estudio especial que no lo pueden realizar en el hospital en caso de emergencia. No me permitieron ingresar a la clínica bajo el argumento que solo se permitía un familiar.
Ahí dialogué brevemente con dos damas y un varón que, dijeron, provenían de Camichín de Jauja. Sus rostros denotaban mucha angustia derivada, según pude deducir, del complicado estado de salud de un familiar intubado y de sus limitados recursos pues, con llamadas telefónicas estaban solicitando apoyo de otros parientes para poder completar el costo del servicio médico y hospitalización.
Las otras personas, es decir, la familia adinerada, en tanto, conversaban entre sí utilizando ese lenguaje y tono “tan chics” del que hablaba al inicio de este artículo. Ellos habían acudido ala clínica privada para cuidar al patriarca, pero el tema de los costos no parecía importarles nada. Después comprobé que se trataba de un clan pudiente
Un varón dialogaba en voz baja al parecer con ejecutivos de una importante empresa de transportes aéreos internacionales y de reservaciones en hoteles de lujo, en México y en el extranjero.
Al “Volaris” y al “Vivaaerobús” les hizo el “fuchi”. En cambio solicitó vuelos de primera clase en Aeroméxico con destino a San Antonio, Texas; e igualmente reservó habitación en el Four Season de la CD.MX.
Por ahí miré a dos jovenzuelos que discutían acerca de los vehículos que utilizarían cada cual para viajar al día siguiente a Guadalajara, Jalisco… que el Audi o que el Prius —o algo así—, que esto y que aquello. En fin.
Los dos jóvenes por poco y se agarran a golpes ahí en el exterior de la clínica . Ellos pensando en sus lujosos automóviles y yo en mi destartalada Explorer modelo “del caldo”.
La que parecía ser la abuela también entró en discusión. Al igual que otras dos hembras “encopetadas”. “Pobrecitos —dije para mis adentros—; lo único que tienen es dinero.
Hablaron y hablaron de cosas de ricos y yo continué analizando esos contrastes entre los que todo lo tienen y los que nos movemos en la pobreza; entre los que acudimos a hospitales del sector público y los que van a clínicas privadas.
Pensé: Las comodidades poco o nada sirven en la formación de los hijos. Lo más importante es inculcarles la disciplina, el respeto y la honradez. Hay ricos que son pobres; y pobres que son ¡Muy ricos! (Espero y entiendas la moraleja).
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