Su voz no era tan sonora y a veces inentendible. Ceñía constantemente el entrecejo y aparentaba estar de mal humor. Sin embargo, don Loreto Casas también solía bromear esbozando una sonrisa, digamos, un tanto maliciosa.
Nacido en un poblado a Fresnillo, Zacatecas, don Loreto habitó una finca que se ubica por la calle de Morelos, a escasos 20 metros de la plaza de toros El Recuerdo; complexión delgada, estatura regular, tez morena clara, rostro afilado.
Descorro las cortinas del tiempo y lo avisto en la referida finca, sentado en su silla de palma, bajito su asiento y rodeado de hormas y martillos, navajas filosas, clavos, pegamentos y otras herramientas de trabajo.
Era don Loreto fabricante de botas, botines y zapatos. También reparaba calzado y muchos de sus clientes fueron los políticos de la época, hacendados, profesionistas, gentes de todas las clases sociales, muchos de ellos provenientes de las rancherías aledañas, incluyendo poblados del vecino estado de Jalisco.
Pero antes de aprender el oficio, don Loreto Casas se desempeñó como conductor de aquellos carruajes conocidos como Diligencias. Su trayectoria más común iniciaba en Tepic y finalizaba en San Marcos, Jalisco, o en la misma capital tapatía, es decir, en Guadalajara.
Casado con doña Antonia Zúñiga nuestro personaje de hoy procreó a seis hijos: Servando, Samuel, Herlinda, Amparo, así como Lola e Ignacio.
Recién platiqué con este último, es decir con don Nacho, quien a su vez profesa el oficio de mecánico, especialista en tractores. A través de él conocí algunos datos familiares de don Loreto.
El señor Nacho me contó que su padre nació en 1875 y que falleció a los 98 años de edad, es decir, en 1973.
Al fondo de la finca, en un rincón y colgado en la pared la familia Casas Zúñiga conserva una fotografía donde se aprecia a don Loreto y su ayudante conduciendo una Diligencia. Se trata de un carruaje jalado por ocho mulas.
La imagen obviamente es a blanco y negro y, por lo que se deduce, fue tomada a principios del siglo pasado, en Ixtlán del Río, en uno de los tantos mesones de la época.
A la entrada del inmueble, justo a medio metro de donde tenía su área de trabajo se encuentra aún una de sus herramientas: Una horma de acero sostenida con un trozo de madera.
Don Nacho Casas, de 84 años, cuenta que don Loreto, durante su época de conductor de Diligencias sufría constantes ataques de bandoleros, salteadores de caminos, hombres que de pronto exhibían sus armas para obligarlos a detenerse y despojar a los pasajeros de sus pertenencias, al estilo del Viejo Oeste.
Una ocasión y confundido entre los tripulantes viajaba el Señor Obispo pero obviamente se le dio un trato preferencial; pero en una de esas la Diligencia se atascó en un lodazal, situación que orilló a Don Loreto y a su ayudante a descender profiriendo maldiciones. El Prelado solamente se persignó, pero aprovechó para darles una buena regañada.
Lo anterior, dice don Nacho, le fue contado por el señor Juan Rivera, quien regenteaba un billar en Ixtlán; e indica que otro Ahuacatlense que al igual conducía Diligencias fue don Apolinar Mares y que el dueño era un señor de apellido Meléndez.
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