OMAR G. NIEVES
Para Tomás Orozco Ríos, chofer del autobús Primera Plus que se impactó a principios de esta semana contra un tren de carga, los días han sido más nublados que para el resto.
Este viernes a mediodía salió de su celda a petición de este reportero. Le ofrecí la mano derecha, pero él me extendió la izquierda luego de sacarla de una chamarra oscura.
– ¿Le pasa algo?, pregunté… Sin mediar palabra sacó la otra mano y pude ver un edema que le causa mucho dolor y que trata de atemperar con medicamentos que le proporcionan allí mismo en la cárcel.
Moreno, de estatura media y robusto; pelo hirsuto y marcadas huellas de desvelo en su piso orbital. No despega sus manos de la chamarra; percibo un pequeño libro que empuña y trata de ocultar.
– ¿Cree en Dios?, le inquiero.
– Sí, soy católico.
De ahí saca su libro de rezos. Se trata del rosario de La Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. Comenta que lo utiliza para rezar y para leer la Biblia cuando un compañero se la presta. “Es para no ‘achicopalarme’”, refiere.
– ¿Y su familia?
“Viven en San Pedrito, Tlaquepaque”. Allá están su esposa y sus hijos, pero dice que no lo han venido a ver. Únicamente compañeros de trabajo, de la Flecha Amarrilla, empresa que maneja la línea comercial Primera Plus.
Mientras se abre la conversación, se agarra constantemente la muñeca donde tiene el dolor. En su antebrazo izquierdo tiene tatuado imágenes de la cruz.
Tomás tiene 15 años como chofer en Primera Plus, pero antes trabajó en este mismo oficio durante seis años para un particular en Guadalajara. Veintiún años al volante, la mitad de la vida, pues actualmente Orozco Ríos tiene 42 años de edad.
Indica que en los últimos seis meses prestaba sus servicios para hacer traslados en el IMSS. Un día antes del accidente durmió bien. De hecho dijo que le dieron tres días de descanso previo a ese lunes de tragedia.
– ¿Le gusta su oficio?
“Sí. Me gusta manejar los autobuses. Me gusta la carretera”.
– ¿Y la velocidad?
“Manejo con la velocidad reglamentaria. Desde que estoy en esta empresa no más de 95, 60 o 40 [Km/h]. Por reglamentos de la empresa”.
– ¿Ha cometido infracciones de tránsito? ¿Recuerda alguna multa que le hayan hecho?
“He sido multado por cosas comunes. Que te paras en zonas prohibidas, o que bajas a gente en zona prohibida”.
– ¿Nos puede decir qué pasó ese día?
“Por recomendación de mi abogado me reservo los detalles. Sólo puedo decir que fue un accidente como el que le puede pasar a cualquiera de nosotros, y nos pasa”.
– ¿Entonces no fue un error de su parte?
Con ojos cristalinos y cabizbajo asegura: “Fue un accidente”.
Después Tomás narra que tras el impacto abrió la puerta y estuvo ayudando a salir a las primeras personas. A cuatro o cinco ayudó. Tras lo cual llegó la policía y lo detuvo. El autobús tenía una capacidad para 45 pasajeros, pero él no recuerda cuántos iban esa vez.
– ¿Usted escuchó el tren?
Se yergue y dice: “No pitó”…
… En ningún momento Tomás alza la voz, grave y algo temblorosa responde las últimas preguntas.
– “Hay quienes dicen que usted llevaba puestos unos audífonos para escuchar música. ¿Qué responde a esto?
“Para nada. No me gustan esos aparatos. Ni los chiquitos, ni los grandotes, ni los que se meten en las orejas”.
– ¿Confía en la justicia?
“Tengo confianza en la justicia, y en la divina también. Que sea lo que Dios quiera”.
– Y si se le declara culpable, ¿lo acepta?
“No me resigno. Yo no me siento culpable”.
– ¿Qué les dice usted a los familiares de las víctimas?
“Pues que con todo el dolor de mi corazón les pido perdón porque fue un accidente, en mi trabajo; un trabajo como cualquiera, yo me salí de mi casa a trabajar y nunca pensé que me fuera a pasar esto. Un total accidente y les pido perdón a todas las personas que resultaron afectadas, golpeadas. Que lo siento mucho”.
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