En Ahuacatlán – cuenta la historia – habitaba un hombre que heredó una buena fortuna. Dicen que era muy enamorado, pero llegó el día en que quiso sentar cabeza y ponerse en paz.
Por esas fechas tenía tres novias; y así se encontró con un fuerte dilema: ¿Con cuál casarse?; esa era la disyuntiva. Pensando, cavilando y reflexionando cuál sería la mejor solución, decidió entregar a cada una de ellas algo así como mil pesos – unos 15 Mil de los de ahora –.
La primera tomó todo el dinero y corrió a la estética, se hizo el manicure, también el pedicure. Se cortó y tiñó el pelo; se fue a Ixtlán de compras y compró lujosas ropas y joyas…
“Lo he hecho por ti – le dijo cuando le vio –; deseo estar hermosa para ti, porque te amo muchísimo”.
La segunda tomó el dinero y compró un imponente estéreo, un reloj de la mejor marca para caballero, un moderno televisor – de los primeros que empezaron a surgir – y unas corbatas carísimas. Cuando lo vio, le entregó todo y le dijo:
“Te he comprado todo esto porque te quiero muchísimo”.
La tercera invirtió todo el dinero en bolsa. Ganó el doble de dinero, tomó la mitad y reinvertido el resto; devolviéndole los mil pesos que le había dado.
“He invertido el dinero para ti, y lo he doblado. Te devuelvo lo que me has dado, y reinvierto lo demás para nuestro futuro, porque te quiero muchísimo”.
Aquel caudaloso hombre que habitaba una finca de la calle Hidalgo – a dos cuadras de la Presidencia Municipal – analizó cuidadosamente todos y cada uno de los comportamientos, sopesando pros y contras de cada una. Carraspeó durante unos minutos y, tras mucho pensar, decidió casarse con…con … ¿Con quién creen? … ¡CON LA QUE TENÍA LAS TETAS MÁS GRANDES!
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