En 1961 se encontró entre los restos del teatro de Cesarea, en Tel Aviv, Israel, una piedra con una inscripción que revela el cargo del famoso personaje bíblico Poncio Pilato.
Aunque varias fuentes textuales lo mencionan como procurador o gobernador, su denominación oficial fue la de praefectus, es decir, prefecto de la provincia de Judea.
Tanto en el imperio como en la república de Roma, el prefecto podía desempeñar varios cargos de autoridad, entre militares y civiles.
Hogaño la figura prevalece y es harto conocida en miles de escuelas hispanoamericanas. En el sur, muchos conocemos a estos guardianes del orden en los planteles de secundaria, en donde en mayor o menor medida la prefectura se ejerce con acierto o desatino.
De manera especial, esta vez me quiero referir a dos prefectos jubilados que en su tiempo supieron inculcar [del latín inculcare, apretar una cosa pisándola; fijar una cosa en la memoria o en la mente de otro o en la propia] valores inmutables. Rubén Dena y Pancho García, mejor conocido como “Pancho Fino”.
Los dos se acoplaron en el rol que les tocó desempeñar en la secundaria federal Revolución de Ahuacatlán; donde, cabe decir, se inició bajo la batuta del distinguido profesor Rubén García y una planta docente de primer nivel.
Los dos prefectos iniciaron sus funciones en el área de intendencia, siendo Gilberto Barrón el primer prefecto de dicha escuela allá por los años setentas.
Corría el año de 1975 cuando Rubén Dena empezó a trabajar por instancias propias, como en aquel entonces ocurría, libre de las injerencias del sindicato magisterial. Así que tuvo que ir directamente a la Ciudad de México por su nombramiento.
[su_quote]Él recuerda: Entré como intendente con sólo la primaria terminada, en enero de 1975, cuando las plazas se daban en México y no se concedían por política ni por amistades. No tenías que inclinarte ante nadie. Por lo que teníamos más libertad de acción.[/su_quote]
Rubén perdió su voz grave y fuerte. Pero dice que no fue por los gritos en la escuela, sino por los vicios que adquirió y que afortunadamente dejó atrás. A pesar de sus 30 años en el servicio (1975-2005), refiere que la prefectura nunca lo cansó.
¿Quién no lo recuerda llamándole la atención a las chicas para que se subieran las calcetas, se agarran el pelo o se bajaran la falda del uniforme? ¿Cómo no tener presente las insistencias de Pancho para que nos fajáramos la camisa, nos ciñéramos el cinto y nos cortáramos el pelo? ¡Dónde quedó aquella disciplina, aquel orden!
Tanto Rubén como Pancho coinciden en que los padres juegan un papel fundamental en la formación de sus hijos. El más importante.
Rubén dice que esta pérdida de los valores la comenzó a notar cuando le advertía a los estudiantes rebeldes que si reincidían en su mala conducta llamaría a sus padres, y éstos, en lugar de amedrentarse lo retaban a hacerlo. Luego, comenta, “iba el padre y salíamos regañados todos, incluyendo al director”.
¡Qué diferencia a los primeros años!, recuerda Rubén. Antes las trabajadoras sociales hacían visitas domiciliarias a los padres y éstos nos decían que se encargarían de arreglar los asuntos de sus hijos.
[su_quote cite=»Rubén «]Mientras los padres no tomen de nuevo las riendas, así se hagan reformas, la educación no va a servir, porque toda la vida ha habido maestros sin vocación.[/su_quote]
[su_quote cite=»Pancho»]La cosa se va a poner peor con las reformas educativas porque ahora los profesores ya no pueden reprobarlos [a los alumnos]. Hubo un tiempo en que los alumnos apoyaban a las instituciones educativas.[/su_quote]
Todavía en la actualidad hay muchas hipótesis sobre los motivos por los que cayó el Imperio Romano. Una de ellas fue la corrupción de sus políticos, entre los que se contaba a los prefectos, cónsules y gobernadores, quienes en sus inicios morían con honor [se dice que Poncio Pilato se quitó la vida por este motivo]. Otra es la que atañe al abandono de las actividades agrícolas y minera; los soldados se cansaron de pelear y trabajar para el gobierno, y la gente relajó sus normas morales. Para no verse mal parado y sostenerse, los emperadores le dieron “pan y circo” a la gente, propiciando un ambiente de felonía y ferocidad.
Hoy, la coyuntura es un gobierno que vacila entre la complacencia y el despotismo. Una sociedad rebelde que se ve inmersa en una ola de violencia y corrupción. ¿Es posible imaginar a que en nuestras escuelas se den este tipo de actos tan viles que hasta los alumnos han aprendido a sobornar a los prefectos?… Continuará…
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