Disputamos la final el domingo 14 de septiembre. La Zarca se alzó con la victoria, merecidamente. Nuestro equipo de Las Chivas encimó, luchamos y pudimos haber ganado; pero el gol se nos negó y perdimos dos tantos contra cero.
Los jugadores de La Zarca, obviamente estaban felices, mientras que la gran mayoría de Las Chivas regresaron a las gradas cabizbajos, evidentemente dolidos por la derrota. Despues nos sumimos en un convivio y nos olvidamos del encuentro.
Luego, el pasado domingo asistí a la unidad deportiva de Ahuacatlán. Percibí la euforia de la oncena de la colonia 08 de Mayo la cual se impuso al barrio del Chiquilichi dos tantos a cero. Estos últimos abandonaron el campo en medio de una profunda tristeza. Sus deseos de disputar la final se desvanecieron.
Más tarde noté esa misma aflicción en los jugadores del equipo de El Salto, quienes sucumbieron ante el Real España tres goles por dos. Rostros de contrastes por el triunfo y por la derrota.
Ya en casa me puse a refeccionar: El ganar es muy importante en la vida de toda persona, el obtener un trofeo, una medalla, un diploma. ¿Pero esa es la verdadera victoria? Mi respuesta es “no”.
¿Por qué? Porque el ganar es algo más que un objeto, el ganar es hacer algo y sentirnos muy bien con nosotros mismos, la verdadera victoria está en dar lo mejor de nosotros mismos en cada batalla, en cada adversidad que la vida nos presenta y actuar de buena manera. Hacer las cosas lo mejor posible de tal manera que nos sintamos victoriosos, orgullosos de nuestro desempeño y así lograr la verdadera victoria, el trofeo más grande de todos: el espiritual.
La mayor victoria es seguir luchando con la misma fuerza a pesar de todos los tropiezos y errores que hemos cometido en nuestro camino. Que Dios te bendiga.
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