Nacida el 01 de octubre de 1911, doña Rosario Figueroa tiene material hasta para llenar uno o más libros. Su vida está plagada de vivencias y anécdotas de sumo interesantes. Tenía apenas tres años cuando inició la primera guerra mundial; y en la segunda era ya una treintañera.
Fue protagonista de la transición de la revolución, de la época de los cristeros y de muchos sucesos que propiciaron la transformación de nuestro país.
Entre el humo del fogón, el olor a chile tostado, el aroma tierno de los frijoles de olla y las gorditas de maíz, doña Chayito vio la luz primera en una pequeña comunidad del estado de Sinaloa; y allá a mediados de los años 20´s se convirtió en maestra de educación elemental.
De entre todas esas vivencias sobresale una en especial y la cual la llena de orgullo: haber sido maestra del ídolo de México, Pedro Infante.
Doña Rosario tenía entonces 18 años, seis años más que Pedro “y la escuela estaba ubicada en la esquina de las calles Agustín Ramírez y 16 de Septiembre, en Guamúchil, Sinaloa”, recuerda.
“¡Era un chiquillo muy travieso! –confiesa—nomás me veía y gritaba: Ahí viene mi maestra vieja! Pero era muy alegre, aunque a veces hacía enojar a los demás”, agrega.
Su hija Carmen nos muestra un recorte del periódico donde se confirma lo anterior. Se publicó en “El Debate”, de Culiacán, Sinaloa. “Siempre que la maestra Rosario pasaba revisando, Pedro le desataba el lazo del vestido. Ella no se enojaba, pero cuando otros lo hacían, sí”, señala el rotativo.
Doña Chayito dejó su natal Sinaloa para establecerse en Ixtlán del Río, hace ya muchos años; esto es después de contraer nupcias con el ixtlense Octaviano Espinosa, dueño del primer taller auto eléctrico que se instaló en esta ciudad, pero a pesar de su edad, aún mantiene fresca en su memoria algunas vivencias de su juventud, allá en Guamúchil.
Sentada en su silla de ruedas, la señora Figueroa se remonta a esa época de finales de los años 20´s, cuando se desempeñó como instructora de Pedro Infante. “A veces me desesperaba y le daba de coscorrones, pero Pedrito se mofaba de mi diciéndome que a mi me iba a doler más, porque yo tenía las manos y los dedos chiquitos, y él la cabeza dura”, confiesa.
Los papás de Pedro, don Delfino Infante y doña Refugio Cruz –quien por cierto era nayarita–, dice doña Chayito, “eran muy alegres y dicharacheros”; e indica que desde temprana edad mostró talento y afición por la música, además de la carpintería.
El papá de Pedro Infante fue músico y tocaba el contrabajo, en una banda. Su mamá, en tanto –dice doña Chayito—era una ama de casa. “Yo para él era su maestra vieja”, insiste la citada mujer, al rememorar aquellos años.
Comentó que el ídolo de Guamúchil empezó a cantar en una radiodifusora de Culiacán y que en sus inicios le dedicó más de alguna canción; “Pedro me decía que me iba a dedicar una canción; y yo le decía: ¡Ay de ti si no, bribón!”.
En su archivo personal, doña Chayito guarda varias fotos donde aparece con algunos de sus alumnos; pero no puede precisar si en una de ellas se ve la imagen de Pedro Infante.
Y a pesar de su avanzada edad, doña Rosario Figueroa no arrastra la voz. Lo que expresa se entiende a la perfección; e incluso de vez en cuando saca a relucir su vanidad de mujer; “¿Cuántos años tiene doña Chayito?”, le pregunta el reportero; y ella contesta: “¡Ay, me preguntas lo peor!”.
Su matrimonio con don Octaviano Espinoza duró al morir éste; es decir, ¡66 años de casados!; y al lado de él procreó a María Cristina, a Marcos Octaviano y a María del Carmen, los tres de apellidos Espinosa Figueroa.
Una lamentable caída es la que la mantiene postrada en su silla de ruedas. Tal vez esté minada de sus sentido del oído y de la vista, pero sigue siendo una mujer extremadamente sensata y atenta.
Sus hijos solían festejar su cumpleaños dedicándole “Las Mañanitas”; ¡Claro!, con la voz de Pedro Infante, de quien dice: ¡Como Pedro Infante, nadie! Jamás va a haber otro como él. ¡Nomás los recuerdos quedan!”, subraya.
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