
En Ahuacatlán todo mundo conocía a “El Escalofrío”; y contrariamente a lo que muchos suponían, éste era un hombre inteligente e intuitivo. Su aspecto no era tan agradable, e incluso algunos le tenían miedo. Pero así era él, un tanto estrafalario y despreocupado.
El Escalofrío se convirtió, por así decirlo, en un personaje típico del pueblo. Había nacido en Los Mezquites – perteneciente al municipio de Amatlán de Cañas -, pero la mayor parte de su vida la pasó aquí, en Ahuacatlán. Dormía donde podía o donde la agarraba la noche y una de sus características es que siempre se hacía acompañar por uno, dos o más perros. Los canes eran su única compañía; él los acariciaba y compartía con ellos sus alimentos.
Su historia se parece un tanto a la de aquel anciano que vivía en un rancho apartado y cuyo aspecto era igual de deplorable al del Escalofrío. Sus ropas sucias y carcomidas por el tiempo, su cara llena de arrugas y sus dientes amarillentos.
Tenía un perro igualmente viejo, además enfermo, siempre postrado a sus pies, con el cual compartía el poco alimento que lograba conseguir. Un día una señora lo observó durante un tiempo prolongado. Notó que el anciano compartía en partes iguales con su perro, la comida que podía conseguir. Intrigada se acercó y le preguntó.
– ¿Por qué si no tiene para alimentarse, alimenta a ese perro viejo y sucio?, debería dejarlo ahí y preocuparse por usted, tal vez así tenga una vida más digna.
El anciano levantó la mirada y le respondió:
– Algún día tuve una familia, amigos y dinero, pensé que lo tenía todo, con los años mi esposa murió, mis hijos se marcharon, el dinero terminó y por consecuencia los amigos también, me quedé sin nada, y a pesar de todo este perro sucio, como usted lo llama, fue el único que no me abandonó, eso me hace pensar que mi vida es tan digna como la de cualquier persona, así que lo menos que puedo hacer es cuidar de él hasta que muera.
La señora con llanto en los ojos, tomó unas monedas, se las dio y se marchó.
Muchas veces en la vida creemos tenerlo todo hasta que nos damos cuenta que lo único que teníamos era alguien capaz de estar con nosotros hasta su último suspiro.
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