El sábado que acudió al rompimiento de la Feria en Jala, me encontré con Armando, un viejo amigo que conocí hace tiempo jugando fútbol. Juntos avistamos el recorrido de los carros alegóricos y al finalizar nos sentamos a platicar en la explanada de la presidencia municipal, poco antes de la coronación de la reina de la feria.
Aunque con un poco de dificultad por el estruendo de las bandas, mi amigo Armando me hizo algunas confesiones un tanto lastimosas. Lo noté apesumbrado, triste. No hace mucho había fallecido su señor padre y aparte de eso, el trabajo – dijo – no ha sido abundante. Tocándole su hombro derecho empecé a narrarle la parábola del pájaro en el pantano que dice más o menos así:
“Un pájaro que vivía resignado en un árbol podrido en medio del pantano, se había acostumbrado a estar ahí, comía gusanos del fango y se hallaba siempre sucio por el pestilente lodo.
Sus alas estaban inutilizadas por el peso de la mugre, hasta que cierto día un gran ventarrón destruyó
El sábado que acudió al rompimiento de la Feria en Jala, me encontré con Armando, un viejo amigo que conocí hace tiempo jugando fútbol. Juntos avistamos el recorrido de los carros alegóricos y al finalizar nos sentamos a platicar en la explanada de la presidencia municipal, poco antes de la coronación de la reina de la feria.
Aunque con un poco de dificultad por el estruendo de las bandas, mi amigo Armando me hizo algunas confesiones un tanto lastimosas. Lo noté apesumbrado, triste. No hace mucho había fallecido su señor padre y aparte de eso, el trabajo – dijo – no ha sido abundante. Tocándole su hombro derecho empecé a narrarle la parábola del pájaro en el pantano que dice más o menos así:
“Un pájaro que vivía resignado en un árbol podrido en medio del pantano, se había acostumbrado a estar ahí, comía gusanos del fango y se hallaba siempre sucio por el pestilente lodo.
Sus alas estaban inutilizadas por el peso de la mugre, hasta que cierto día un gran ventarrón destruyó su guarida; el árbol podrido fue tragado por el cieno y él se dio cuenta de que iba a morir.
En un deseo repentino de salvarse, comenzó a aletear con fuerza para emprender el vuelo, le costó mucho trabajo porque había olvidado como volar, pero enfrentó el dolor del entumecimiento hasta que logró levantarse y cruzar el ancho cielo, llegando finalmente a un bosque fértil y hermoso”.
Armando me miró fijamente. Me dio las gracias y le dije que los problemas son como el ventarrón que ha destruido su guarida y lo están obligando a elevar el vuelo o a morir.
Nunca es tarde – añadí –; no importa lo que se haya vivido, no importan los errores que hayas cometido, no importa las oportunidades que te hayan dejado pasar, no importa la edad, siempre estamos a tiempo para decir ¡basta!
Para oír el llamado, tenemos que buscar la perfección, sacudirnos el cieno y volar alto y muy lejos del pantano.
Abandona la vía segura y cómoda. Lánzate a la ruta incierta, llena de enigmas e inseguridades y hazlo solitariamente.
su guarida; el árbol podrido fue tragado por el cieno y él se dio cuenta de que iba a morir.
En un deseo repentino de salvarse, comenzó a aletear con fuerza para emprender el vuelo, le costó mucho trabajo porque había olvidado como volar, pero enfrentó el dolor del entumecimiento hasta que logró levantarse y cruzar el ancho cielo, llegando finalmente a un bosque fértil y hermoso”.
Armando me miró fijamente. Me dio las gracias y le dije que los problemas son como el ventarrón que ha destruido su guarida y lo están obligando a elevar el vuelo o a morir.
Nunca es tarde – añadí –; no importa lo que se haya vivido, no importan los errores que hayas cometido, no importa las oportunidades que te hayan dejado pasar, no importa la edad, siempre estamos a tiempo para decir ¡basta!
Para oír el llamado, tenemos que buscar la perfección, sacudirnos el cieno y volar alto y muy lejos del pantano.
Abandona la vía segura y cómoda. Lánzate a la ruta incierta, llena de enigmas e inseguridades y hazlo solitariamente.
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