Han transcurrido apenas unas cuantas horas del inicio de este año nuevo y la verdad en lo personal yo no encuentro ninguna diferencia entre el 31 de diciembre del 2015 y estos tres o cuatro días del 2016.
El mundo sigue girando en el mismo sentido y a la misma velocidad. Las horas, los minutos y los segundos ni son más largos ni son más cortos. Veo que cuentan igual. Al sol, lo veamos o no, sigue alumbrando. El volcán continúa donde mismo. Ixtlán no se ha movido, ni Jala, ni Ahuacatlán. Dormimos y despertamos y la rutina se impone otra vez.
El cambio de año no es más que una ficción, como otras tantas que construimos para dotarnos de hitos, de referencias en el discurrir de nuestra vida. Lo hemos revestido de fiesta y le hemos atribuido la condición de final y principio. Se fue el 2015 y llegó el 2016, ¡Y punto!
Nuestros buenos propósitos para el año que nace no alteran lo más mínimo la persistencia de las guerras imperiales ni derrumban los muros que atormentan a los pueblos privándolos de su libertad e independencia, ni alivian el hambre de millones de personas.
Nuestros deseos de felicidad para el año nuevo no cambian la falta de compromiso de los gobiernos para atajar el cambio climático, ni socavan los cimientos de un sistema – el capitalista – que sostiene un edificio podrido y ruinoso que se mantiene en pie con el sudor y el sufrimiento de los de abajo para regocijo de los de arriba.
“Amargadito”, “no seas pesimista”, “eso es ser negativo”, son algunas de los calificativos que me endilgaron algunos amigos por pensar de esta manera, ¡Cuánto lo siento!, pero no puedo hacerlo de otra manera.
Pero bueno, el libro todavía está en blanco y se abre para que cada quien escriba su mejor historia, porque el ser humano es el creador de su propio destino. Nada es fortuito. El hombre tiene lo que a base de su esfuerzo y trabajo añora y cree inalcanzable.
Han transcurrido pues apenas tres días de éste 2016 y ya siento que mis neuronas están hasta el límite. Me cuestan muchas vueltas alrededor del teclado. Idas y venidas. Acabo de abastecerme de “Cero estrés”, y mientras me empino la primera dosis intento hacer un análisis de los últimos 369 días – un año y tres días más -. Año potente el 2015 para el mundo y para mi vida.
Tiempos raros de vientos desconocidos. Atrás quedó el “año viejo”, cargado de alegrías, tristezas y sobre todo de las lecciones que la vida brinda… una vida que ha transcurrido entre hospitales… una vida que me ha provocado angustias, pero también esperanzas.
Veamos: 120 traslados a Tepic para igual número de sesiones de hemodiálisis de mi esposa; 32 “vueltas” al Centro Médico de Guadalajara para desahogo del protocolo del trasplante. Ocho “estancias” en el área de urgencias por complicaciones de la misma enfermedad renal y 24 consultas médicas con el médico familiar más otras 20 consultas con médicos particulares, además de los 150 trámites realizados en nuestra clínica de adscripción.
Hoy cifro mis esperanzas en los médicos. Se acerca la fecha del trasplante. Tres semanas más y, si no se interponen complicaciones la familia estará concentrada totalmente en el Centro Médico de Guadalajara.
Un millón de gracias a Bethy Arvizu, la donadora. ¡Nunca tendremos lo suficiente para pagar esto que has hecho por la familia Nieves Cosío. Tú nombre y tu obra es digna de enmarcarse en los libros y algún día tu nombre será reconocido en otros confines!
Quizá sea el momento de mirar para adentro y volver a las fuentes. Quizá sea tiempo de emprender caminos que nos lleven al hombre que somos, un hombre que al abrazarse a sí mismo, se convierta en unidad con el universo.
Brindo por ustedes, por mis hermanos, por mi esposa y por Bethy, por mis cinco hijos, por mis nietos Yaki y Juanito, por mis compañeros del Express Regional, por mis amigos servidores públicos de aquí, de allá y de más allá, por mis lectores, por aquellos y por ustedes, ¡Por todo ser viviente!
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