Estamos viviendo las quejas, las ideas, sus reflexiones, la escritura en cuarto miserable. A Carlos, lo acompañamos por las calles oscuras de París y Londres, orgullosos de su sangre judía, sin imaginar lo que vendría: el holocausto. La vida cotidiana ante falta de una hogaza de pan, ser testigos de la explotación en las fábricas y en los hilados donde los niños ya eran incluidos en el ejército de trabajo.
Las pestilencias por todos lados. El lenguaje coherente, la actuación que nos conmueve como audiencia que debemos ser ondas expansivas y fortalecer los espíritus errantes en estos tiempos aciagos. La ironía de Marx, el humor ligero y a veces de fuego. Grita, se exalta y luego nos conmina a ser reflexivos, pensantes.
Nos regresa a nuestro mundo herido, a la cruel explotación en granjas norteamericanas donde los dueños encierran, como si también fueran pollos, a los trabajadores para así obtener más ganancias para que no se pierda ningún minuto en esta vida acelerada de acumulación en los bancos de los billetes verdes y azules y rojos. Prosigue Marx, los filósofos griegos Demócrito y Epicuro, estudiaban para interpretar al mundo, lo que se trata es transformarlo.
Luego nos lleva a la plusvalía cuando el 1% de la población concentra el 40% de la riqueza en los Estados Unidos. Datos demoledores que no hay argumentos para debatir.
Marx nos estremece los pensamientos. Se mueve para estar cerca del público expectante que simplemente nos aireamos con la gaceta o el cuaderno porque a pesar del calor y la hora de la obra, seguimos en la aventura en la introspectiva, nos removemos grandes capas de inconsistencias y desgano, la indolencia que nos ha hecho insensibles frente a la sociedad y el pueblo a que lo han acostumbrado a no pensar, simplemente a que se emocionen con alguna bagatela. Se recuerda en 1864 en el Congreso Internacional de Trabajadores, y allá lo acompañamos, a las esperanzas con las banderas ondeando en el viento de Londres, el anhelo que redobla como banderas de futuras batallas: Trabajadores del mundo ¡Uníos!
Vamos al desmoronamiento de la Unión Soviética, cuando se publica que el comunismo ha muerto, pero no se puede llamar comunismo cuando un matón asesina a sus aliados y compañeros. Se enoja, son las distorsiones del marxismo.
Nos manifiesta de que las cárceles en Estados Unidos están atiborradas de delincuentes cuando no es el camino, se trata de evitar las condiciones que genera la droga, la violencia. Y ahora toca hablar de la Comuna de París, cuando el poder, el gobierno lo tenían los trabajadores y que lograron en algunos meses transformar la vida de los parisinos y que el ejército francés representando a los poderosos fusila a treinta mil para que sirva como ejemplo y no vuelvan los trabajadores a imaginar la utopía de que podemos vivir sin los zánganos que nos esclavizan.
Fue aplastada por los lobos y los cerdos, nos lo recuerda a todo pulmón. Se probó la democracia real. Nos trae otra vez de regreso a las cifras escalofriantes del desempleo cuando en Norteamérica uno de cuatro niños viven en la pobreza. A pesar de las pantallas y muchas fotos…ustedes ven mucho, pero saben poco.
Pronto me conecto a Facebook cuando una foto recibe muchos like, pero casi nadie acepta leer artículos de fondo, que queda en el umbral del olvido. Baja la voz, se altera de pronto. Nos concatena a dos tiempos en que sencillamente sin tanta búsqueda nos ubica en una misma época: la miseria. Siguen los individuos, las familias sufriendo por no tener dinero que cubra los satisfactores.
Las crisis donde más se hunden los pobres. Ya van dos siglos, casi y todavía no se asoma el paraíso prometido por el capitalismo. La libre empresa que sirve como detonante a los monopolios y la concentración de la riqueza que no se desparrama a los demás.
Me pongo a pensar en “Panamá Papers”. Me hacen recordar a las largas lecturas en mi biblioteca que era una tabla de cama sostenida por alambre y clavos en la pared, en esas noches que eran de sed y hambre de conocimiento. Tose de nuevo, no es tuberculosis, es bronquitis la causa de su muerte. Es su resurrección en por el mundo actual.
El vértigo verbal llega a su término con la arenga de que debemos de luchar por los que sufren carencia de todo. Guarda sus cosas tarareando el himno de La Internacional al igual como llegó. Aquí estoy sudoroso por el viaje a través de tres siglos y la confesión de mis pecados. Aplausos a Alfonso Teja Cunningham, de Monterrey en su actuación soberbia de “Marx en el soho”, escrita por el norteamericano Howard Zinn.
Acepta preguntas que son sus respuestas profundas y aleccionadoras. Quedamos de seguir por los senderos de la reflexión y la acción inteligente. Salimos como camaradas que de nuevo nos hemos descubierto en una noche especial por culpa de la melancolía.
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