No amanecía aún cuando tomé el auricular, nervioso por los acontecimientos ocurridos en la víspera.
La voz no parecía conocida. Al principio supuse que se trataba de Javier, mi hijo, pero el emisor me explicó con evidente intranquilidad: “Soy Juan, suegro, nada más para comunicarles que ya vamos para el hospital. A Érika le van a hacer cesárea”, explicó.
A partir de ahí creció mucho más mi nerviosismo. Quería en ese instante trasladarme hasta Guadalajara para acompañar a mi hija y ver en qué podía auxiliarlos, pero las condiciones me fueron adversas pues había qué resolver al mismo tiempo otros problemas importantes.
El día anterior había sido de muchos sobresaltos, empezando por el infructuoso traslado a Tepic. La sesión de hemodiálisis se pospuso y ya de regreso tuvimos un fuerte contratiempo al circular por la carretera Internacional. Uno de los neumáticos se destrozó por completo. No pude apearme fuera de la cinta asfáltica y quedamos obstruyendo el carril Tepic – Guadalajara, muy cerca del poblado de La Labor.
Tuve el buen tino de solicitar auxilio al 066 y a los pocos minutos arribaron Dany Tapia y José Toscano, del programa “Alas de la Gente”. Ellos me ayudaron a resolver el problema y así pudimos regresar a Ahuacatlán sanos y salvos.
Por la tarde, mientras redactaba las notas del día se me trabó el ratón. Tuve qué reiniciar la CPU, pero luego me di cuenta que dos notas ya redactadas se habían esfumado. ¡Tiempo perdido!
Por la noche no pude conciliar el sueño debido a un problema familiar. Fui presa de la desesperación. Mis mensajes no tuvieron contestación, pero a eso de las cinco de la mañana con 20 minutos recibí esta llamada que hizo que me despejara por completo.
Juan, mi yerno, denotaba nerviosismo. Los momentos de alumbramiento de mi hija se anticiparon poniendo en alerta a toda la familia.
A partir de ese instante se intensificó la comunicación. ¿Qué hacer?, fue la disyuntiva que nos planteamos. Despertamos también a Omar, mi hijo mayor, solicitamos el apoyo de Bethy y al final concluimos que lo mejor era esperar alguna noticia de Juan para en base a ello tomar alguna decisión.
Al filo de las seis y media de la mañana nos dio la noticia: “Juanito ya nació. Pesó 2 kilos con 700 gramos y midió 49 centímetros. Pero todo está bien hasta ahorita”, nos dijo.
Y efectivamente, a los pocos instantes recibimos vía Whatsapp una foto de mi segundo nieto. No era aún su tiempo de ver la luz. Faltaban aún cinco semanas, pero con mucha fe pedimos que Dios iluminara a los médicos para que se le brindaran los cuidados necesarios tanto a Érika como a Juanito.
Todo el día nos mantuvimos en contacto. Nos preocupaba sobremanera el estado no solo de mi hija y de mi nieto, sino también de mi yerno, así como de Anahí – mi otra hija – que se encuentra allá con ellos y de Yaki, la primera de mis nietas.
Aún antes de concluir este artículo continuábamos en comunicación. Este jueves debemos ir de nuevo a sesión de hemodiálisis, pero ansiamos con toda el alma trasladarnos cuanto antes a Guadalajara para abrazar a Juanito, ¡Mi segundo nieto!
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