Sin dinero y con los compromisos familiares, ¿a dónde podía ir durante la semana de descanso que, por indicaciones de nuestro director disfrutamos los que colaboramos en el Express?
Había que planear y aprovechar al máximo estos días de asueto. ¿Cómo hacerlo? Imposible resultaba irme de viaje a algún lugar, por cercano que fuera. Así es que, desde el mismo viernes empecé a fraguar varias ideas, ¡pero ninguna se acomodaba a las circunstancias!
“¡Pues a ver qué se me ocurre mañana!”, pensé para mis adentros; y poco antes de la madrugada ¡que se me prende “el foco”! “Ya sé; voy a visitar algunos de los sitios que frecuentaba durante mi niñez, adolescencia y juventud”, me dije.
De ésta forma, traté de olvidarme de la odiosa Explorer, y en su lugar opté por trasladarme “a pie”, en “olla” o en bici.
De esta forma, me dirigí en primera instancia al Cerrito de La Cueva, conocido hoy como “La Escalinata”. ¡Por poco y me infarto al subir y bajar los 500 y tantos escalones! La verdad es que a mí me parecieron como 17 mil 500, ¡Toda una eternidad para llegar a la cima!
Pero bueno, aprovechando el momento, me desplacé enseguida hacia “Los Arcos”, no sin antes detenerme unos minutos en “Los Chorros”, solo para cerciorarme de que solo quedan los vestigios, ¡ni siquiera un triste chisguete de agua brota de esos gruesos tubos de metal donde solíamos bañarnos los del barrio!
Luego, al llegar a Los Arcos me senté unos momentos en la arena, observé la pequeña cascada y rememoré la vez aquella en que me ocasioné la hernia inguinal, producto de un tremendo “panzazo”.
Al poco rato, recorrí las nopaleras de Las Higueras y aproveché para cortar una treintena de rojas tunas. Los “aguates” se me encajaron por todos lados; pero lo peor de todo fueron los piquetes de las dos abejas que brotaron de repente de una colmena y la aparatosa caída que sufrí al pisar una piedra que se atravesó en mi camino.
Las aventuras de ese día me produjeron a su vez un tremendo cansancio, pero durante la noche dormí plácidamente, fuera de todo estrés y de presiones laborales; y antes de conciliar el sueño me propuse acudir al día siguiente a la zona de El Coastecomate y Los Limones.
Así, el martes, luego de zamparme un par de huevos revueltos con su respectivo jugo de toronja, me encaminé hacia la zona referida; y de pronto se me antojó entremezclarme por los surcos sembrados de milpa, como cuando lo hacía en mi niñez, para “alzar” o para “echar químico”.
El árbol de gúasima donde resguardábamos los costales de químico y que servía también como lugar de descanso mientras merendábamos las dos tortas de frijoles o huevo – sin faltar desde luego la fanta -, ahí está todavía.
A lo lejos pude avistar de nueva cuenta la famosa “Peña del Villar”, donde se dice están ocultas varias cargas de lingotes de oro y otras leyendas que solo conocen las antiguas generaciones.
Al regresar, y en tanto me encaminaba por las faldas del cerro, surgió de improviso una “ardilla voladora”, de las muchas que merodean por esos rumbos. El canto de las urracas y el constante paso de las lagartijas me transportaron a aquellos lejanos tiempos.
Por las alegres veredas llegué posteriormente a Los Limones, únicamente para visitar las ruinas del que fuera uno de los trapiches más frecuentados de la época y en donde se producía el sabroso piloncillo que se expendía en las mejores tiendas de la región.
En Los Limones sentí rondar el espíritu de la familia Hernández, así como de los Quesada, los González y los Ramírez, los Varela y los Martínez y de otros reconocidos clanes de Ahuacatlán… La broma y el albur, el albur y la broma… Y en un rinconcito reparé en un envase que contenía una leyenda apenas legible: “Tequila Miramontes”, el cual seguramente vació alguno de los tantos obreros que laboraron en ese trapiche.
Por la noche reflexionaba: “¿no será factible aplazar estos días de descanso, digamos, ¿hasta noviembre? Porque, sin tener recursos ¡cómo disfruté esta semana! Ojalá y mi patrón nos diera la sorpresa anunciando: “¡Tienen vacaciones de aquí a noviembre!, ¡Y pagadas!…
Pero en fin, sabiendo que esto es imposible, en un artículo posterior narraré otros sucesos ocurridos durante este lapso, como es el caso de mis visitas a la panadería de los Nieves, el encuentro que sostuve con algunos políticos, Etc.
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