Aunque es demasiado fea, nunca he sentido complejos por mi nariz. No exagero cuando afirmo que es más horrenda que un Chévrolet 52 por debajo. Muchas veces me he burlado de mí mismo debido a su asimetría, pero no pasa de ahí.
Dicen que es “aguileña” –tipo bruja–; sin embargo no siento ningún complejo de ello. Además de todo está demasiado chueca, situación que tampoco me causa bochorno ni nada por el estilo.
La otra vez un amigo hizo escarnio de mi nariz. Nos encontramos por casualidad en el portal de la presidencia de Ahuacatlán. Me dijo: “Siempre te distingo por la nariz, pero es común”… ¿Común?, le inquirí. “¡Sí, común tucán!”, añadió, para luego soltar una carcajada que seguro se escuchó hasta el cerrito de la cueva.
El problema no es que se vea espantosa, sino su mal funcionamiento, pues tengo una fosa totalmente obstruida. Me dice el otorrinolaringólogo que es desviación y fractura de tabique.
Yo no le había dado tanta importancia a este asunto y no fue sino hasta hace alrededor de seis meses que empecé a preocuparme. Cada día que pasa respiro con más dificultad y esto a su vez hace que el insomnio se agudice –de por sí, el niño es risueño y le hacen cosquillas–.
Total, acudí al otorrino y, tan pronto como hizo el “chequeo”, espetó: “Es necesaria la operación”. No me asusté, pero desde ese momento inicié el protocolo para la cirugía, no sin antes conocer los riesgos que esta implica. “Y es que por su edad se pueden complicar las cosas; además usted solo tiene un riñón, se puede presentar una hemorragia o que algún coágulo se nos vaya a la cabeza o a las arterias”, me dijo.
Con todo y todo empecé el protocolo. Citas a valoración cardiológica, Rayos X, medicina interna, etc… “Te golpearon o te golpeaste alguna vez la nariz”, me preguntó el especialista. Asentí y fue entonces que vino a mi memoria aquel aciago día de verano que, jugando futbol callejero, un amigo me dio una patada ocasionándome una intensa hemorragia.
Esto ocurrió a fines de los 60s; es decir hace ya alrededor de 50 años. Yo era un pequeño, panzón y greñas tiesas. El partido finalizó con aquel incidente. Todos estaban asustados por la abundante sangre que salía de mi nariz. Me llevaron con “Ole” –dueña de una tienda de abarrotes–. No sé cuántas cosas hicieron para que dejara de fluir, pero seguro fue aquel “patadón” el que me causó este problema que se ha ido agudizando con el paso del tiempo.
Ahora ya casi alcanzo los 61 y recién concluyó el protocolo para mi operación. Del Seguro Social me canalizaron a la UMMA y ahí sostuve ya otra valoración con la doctora Yuri. Ella se hará cargo de esta cirugía que se programó para el próximo 13 de agosto, una fecha muy especial para mi, pues justo es el día en que cumplo años.
La cirugía está pues ya muy próxima. Tengo miedo, no lo niego; y no solo por los riesgos, sino por lo dolorosa que es, según ha sido la experiencia de otras personas que han sido operadas de lo mismo. Mi edad es un factor que se debe tomar en consideración. La otra es no operarme, pero, ¡cada vez me cuesta trabajo respirar!, ¿y entonces?
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