
Llegó y se sentó. Curioso, divisó hacia el frente, a los lados y hacia atrás. Luego, de su raída mochila extrajo un mendrugo de pan y le dio dos mordiscos, desganado.
Durante dos o tres horas permaneció estático en la esquina de las calles Aldama y Valentín Campa, justamente donde finaliza el barrio del Chiquilichi e inicia la Colonia Demetrio Vallejo, en la cabecera municipal de Ahuacatlán.
Los peatones preferían bordear, principalmente las mujeres y los niños; e incluso trataban de esquivarlo o de rehuir, seguramente por temor a ser atacados por este extravagante hombre que deambula por el mundo sin rumbo fijo ni dirección, como dice la canción.
Y aunque su apariencia ciertamente daba miedo, el hombre aquel en realidad era totalmente inofensivo, y hasta se puede decir que dadivoso, humanista.
Algún vecino se compadeció de él y le regaló una torta y una bebida gaseosa. Pero no parecía hambriento. Más bien estaba desganado, o tal vez fatigado de tanto caminar.
A pesar de la insistencia del reportero, no se pudo obtener su nombre. Únicamente movía la cabeza de un lado a otro y entrecerraba los ojos, al tiempo que se mecía el pelo, ¡Muy sucio por cierto!
Sosteniendo la torta con su diestra, quiso compartir ese alimento con un menor que se acercó, escudándose precisamente con el que esto escribe.
- “Toma, come,come,come”, le decía, con voz apenas audible. El chiquillo rechazó el ofrecimiento.
Además de su mochila, éste indigente carga también como pertenencias una cobija aparentemente en buen estado y dos bolsas nylon donde guarda algunas “chucherías”.
De pronto abre su boca para mostrar su dentadura y presumir dos casquillos de plata que recubren dos piezas en el maxilar inferior. Entonces sonríe un poco, ostentoso.
La imagen de éste hombre hace que salte a nuestra mente precisamente la figura de San Francisco de Asís, Patrono de éste pueblo; un santo al que quizás podríamos caracterizar como de estilo hippie; alguien que dejó la riqueza, la buena vida y óptima posición de nobleza que le ofrecía su familia; alguien que de alguna forma también se rebeló contra las instituciones tanto familiares como sociales y religiosas, en la búsqueda de sí mismo, para vagar y seguir su propio camino, pensado y diseñado de acuerdo a sus creencias y necesidades.
Posiblemente esta alusión a San Francisco de Asís tenga que ver con las decenas de pordioseros que inundan las calles. Sucios y andrajosos, malolientes y con una imagen no solamente pobre, pero también enfermiza, jóvenes o adultos mayores, hombres en su mayoría, pero también acompañados por mujeres, estos individuos deambulan por las calles sumidos en otro mundo… un mundo que tal vez sea más placentero que el de muchos de nosotros.
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