AHUACATLÁN.- En poco más de ocho décadas no ha habido un gobierno que mejore las condiciones de vida de doña Mari Flores. Ochenta fatigosos años dedicados a repetir y repetir las faenas para echarse algo al estómago, vestir y hacerse de un terreno para luego construir un jacal y resguardarse de las inclemencias del tiempo.
Condiciones precarias que solo observan los políticos en estos tiempos electorales, y que quieren solucionar – como por arte de magia – con una palmadita en la espalda o, con más astucia, con una dádiva en efectivo como contraprestación de una foto que exhibirá en los periódicos o en su perfil de Facebook.
Pero doña Mari no necesita más apapachos. Para eso están sus nietos y otros amigos que están en las mismas condiciones de estrechez. Tampoco pide trabajo, porque aunque no lo crean, a sus ochenta aún madruga para trabajar. Al igual que sus hijos, quienes sin estudio ni preparación seglar se las ingenian para comer.
¿Entonces cuál es el problema de la familia de Mari? Que no tienen un “terrenito” – como ella comenta – para meter sus animalitos y poder protegerse de las tormentas que ya se avecinan.
Hace un mes que Mari se acercó para exponer su situación al representante de Vientos de Octubre, organización que próximamente formará un fraccionamiento social progresivo al pie del volcán Ceboruco, en Ahuacatlán.
– “Denme mi lote y yo así me voy”, dijo Mari.
– ¡Cómo!, sin luz, ni agua, ni drenaje es imposible. Además de qué haría su casa.
– “Pues con unos palitos y unas láminas que tengo. Yo estoy acostumbrada a cargar cubetas de 10 en la cabeza aunque sea lejos”, fue su respuesta.
En Ahuacatlán los candidatos gastarán más en sus actos de campaña, en la propaganda y la publicidad, que lo que se necesita para socorrer a esta señora que únicamente pide un suelo y un techo donde pasar sus últimos días.
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