Había una vez un joven que soñaba con llegar a ser un gran inventor. Estudiaba día y noche, estudió varios años, y finalmente escribió en su diario personal:
- Ya he estudiado bastante. Soy un himbestigador, y demostraré mi gran valía.
Comenzó de inmediato a hacer experimentos y llegó a inventar los agujeros del queso. Pero pronto supo que ya habían sido inventados.
Volvió a comenzar desde el principio. Estudiaba mañana y tarde, estudió muchos meses, y finalmente escribió en su diario:
- Ya es suficiente. Ahora soy de verdad un El mundo verá de lo que soy capaz de hacer.
Y en efecto el mundo pudo ver: inventó agujeros en el paraguas y fue el hazmerreír de todos.
Pero él no se desanimó, estudió y estudió tanto que llegó a ser un investigador con con todas las letras en su puesto, y así pudo inventar todo lo que quiso. Inventó un vehículo para viajar a la Luna, un tren que solo consumía dos litros de agua cada mil kilómetros, los zapatos que no se gastan nunca, y muchas otras cosas más.
Pero el sistema de llegar a ser investigadores y científicos sin cometer errores no llegó a inventarlo ni siquiera él, y tal vez no lo invente nadie nunca.
Si tienes un propósito en la vida, un sueño, no abandones. Y si te equivocas, levántate con más fuerza y continúa esforzándote por conseguirlo. Así, llegarás a lograrlo. Pero recuerda también que sin errores, no se aprende.
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