La voz, de momento, no pareció conocida. Tocó la puerta entreabierta una, dos o tres veces. Sin saber aún su identidad la invitamos a pasar, «Adelante». Ella se negó, con justa razón pues para nadie es fácil acceder a un inmueble con la incertidumbre que provoca lo desconocido.
Dadas las circunstancias yo mismo abrí la puerta para ver de quien se trataba. “¡Marisela!”, exclamé al instante. “¡Francisco”!, dijo ella por su parte. El abrazo fue espontáneo, sincero. En lo personal sentí un enorme gozo al tener frente a mí a una ex compañera de universidad, pues Marisela Navarro y yo cursamos juntos la licenciatura en turismo – Generación 1976-1981 -.
Pese a haber transcurrido ya más de 30 años no me fue difícil reconocerla. El Facebook además fue de mucha ayuda.
Mujer de principios morales sólidos, sencilla en extremo, proclive al cultivo de las relaciones humanas, Marisela simple y sencillamente cumplió su palabra. Habría dicho que nos visitaría en cualquier día inesperado ¡Y lo hizo!… Llegó acompañada de su esposo, quien desde el primer momento mostró sus dotes como buen conversador. Diálogo abierto, lenguaje populachero, coloquial; sin ambages ni palabras rebuscadas.
Reconozco. Fui muy descortés al no invitarlos a pasara nuestra humilde casa. Y es que, había otras visitas y no quise propiciar ninguna situación incómoda entre ambas partes; así es que opté por dialogar con ellos en la calle. En verdad, ¡Cuánta pena me dio!
Pero en fin… Insisto, fue esta una sorpresa bastante agradable. Recordamos Marisela y yo sucesos de nuestra época de estudiantes. Rememoramos a nuestros compañeros. Pregunté por Chalío, por Marcos y por Gaytán, por Hugo y Por Francisco Rivas, por el güero Alberto Ortiz y por Adán, lo mismo que por Iván y Lupe Esquivel. Ella quiso saber sobre mi paisano y también compañero de universidad, Saúl Robles.
También apareció en esta conversación nuestras entrañables compañeras: Las Marthas y Domitila, Luz y la Chutis, Chelita y Paty, Elvia y Silvia, Natalia y Griselda, Juanita Huízar y Velia y así mismo recordamos a la extinta Micaela Gamboa, sin faltar Ana Luisa Tejeda, a quien espero saludar muy pronto también, al igual que al resto de compañeros y compañeras que, al igual que nosotros asistimos a la escuela de turismo en aquel quinquenio.
Aparte de esta agradable visita tengo qué agradecerle a Marisela los obsequios que ella misma puso en nuestras manos. Y así mismo debo reconocer la afinidad que en este diálogo surgió con su esposo, a quien conocen muchos hombres relacionados con los asuntos políticos, empresarios y comerciantes, pues él forma parte de la cuarta generación de los Magallanes, propietarios de la empresa más famosa en el ramo de la fabricación de cortinas de acero.
Marisela y su esposo son además unos padres ejemplares. A sus hijos les han transmitido los valores del respeto y la honestidad, porque la generosidad, al igual que ellos ¡La llevan en la sangre!
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