
ZONA SUR.- La fe de cientos de creyentes católicos pareció ser más sólida que nunca este Miércoles de Ceniza, principio de la Cuaresma. En los templos de San Francisco de Asís, de Ahuacatlán; Santiago Apóstol, de Ixtlán; Jesús de Nazaret, de Amatlán; y en la Basílica Lateranense, de Jala, hubo quienes derramaron lágrimas tras la imposición.
“Es un signo de arrepentimiento por nuestros pecados, para quienes somos creyentes y estamos seguros de nuestra fe, esta práctica tiene gran significado”, dijo Gabino Aguilar, mientras apurado se dirigía al interior del templo de San Francisco de Asís.
Los pajarillos que revoloteaban, en el parque, parecían estar más quietos que nunca mientras el cura Pedro Guzmán celebraba la misa que daría paso a la imposición de la ceniza en los fieles. Silencio. Nadie de los presentes se distraía de las palabras del sacerdote.
Este miércoles de ceniza hubo celebraciones en distintos horarios en los templos de la zona sur del estado. Las filas al centro de las iglesias eran formadas por amas de casa, algunas que dejaron prácticamente los guisos en la lumbre sólo para recibir la ceniza. Estudiantes de todas las escuelas acudieron al salir de sus clases, y por única ocasión, muchos hombres de campo se quitaron el sombrero para persignarse al pisar el suelo del templo.
Para los fieles, la imposición de la ceniza representa, como lo explicó el sacerdote, la nulidad del ser humano con respecto al Creador, o lo que es lo mismo en palabras de Abraham: “aunque soy polvo y ceniza me atrevo a hablar a mi señor”.
Para la señora Antonia González, quien acudió al templo de Santiago Apóstol, en Ixtlán, la necesidad de recibir la ceniza “es algo que nace del corazón”. Al decir esto, la voz de Antonia se quebró mientras sus ojos parecían brillar al punto del llanto. “Cada semana acudo a misa y para mí esto es muy importante”, finalizó.
Casi corriendo, entró Margarita González a la Basílica Lateranense. “Para estar bien con uno y con el prójimo necesitamos estar bien con Dios, por eso es importante venir”, aseguró mientras presurosa apartaba su lugar en la fila.
Los esfuerzos para las personas de la tercera edad se vieron compensados con las bendiciones del sacerdote y la imposición de la ceniza. Rezaron y cantaron como nadie aunque el aire en ocasiones parecía hacerles falta.
Los niños sólo se dedicaban a imitar a los adultos, cuando alguno se levantaba o se arrodillaba, enseguida los niños hacían lo mismo, parecía que rezaban cuando en realidad sus palabras se empalmaban una con otra.
Para recibir la imposición de la ceniza, la mayoría de los jóvenes acudieron acompañados, algunos por sus parejas y otros por amistades, pero pocos llegaron solos a la iglesia, parecía que necesitaban a alguien a su lado para arrepentirse de sus pecados.
Pero tanto para niños, jóvenes o adultos, llegó el tiempo de la conversión, del arrepentimiento, del ayuno y la abstinencia. Por eso la advertencia de los sacerdotes fue clara: “arrepiéntete y cree en el Evangelio porque polvo eres y en polvo te convertirás”.
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