Entre arroyos y montañas, vacas, chivos y culebras; admirando esa hermosa vegetación que caracteriza a los pueblos rurales; así fue la infancia del actual secretario general de Gobierno, José Trinidad Espinoza Vargas.
Era un muchacho perspicaz, tremendo como él solo, y además muy astuto. Le encantaban las actividades agrícolas; pero también gustaba mucho de las relaciones humanas. Si había un acto político ahí estaba; y si se trataba de colaborar en una obra social se hacía presente “El Aguate”.
Y es que, en Santa Cruz de Camotlán, su pueblo natal, así lo conocían todos… “¡Allá viene El Aguate!”, se oía gritar a sus amigos. Ese apodo le impusieron debido a su pelo corto y lacio – extremadamente lacio – que simulaba un manojo de aguates, los cuales no son otra cosa más que esas pequeñísimas espinas que tienen los nopales.
Y hasta eso, al actual secretario general de Gobierno en Nayarit le gustó desde muy pequeño relacionarse con las altas esferas políticas y sociales, según lo contó alguna vez su extinto padre, Flavio Espinosa Carrillo – un personaje que hizo historia en Ahuacatlán, por su entrega y defensa de los derechos agrarios –.
Y en efecto. El buen Pepe Espinoza es hijo de nuestro entrañable amigo Flavio, fallecido a finales de la década pasada, radicado en Santa Cruz de Camotlán.
Flavio contaba que el nombre del secretario general de Gobierno se debe a un excelente basquetbolista que residía allá en Camotlán. “Era mi amigo – nos dijo una vez que platicamos con él –; y yo lo admiraba porque sabía jugar muy bien al basquetbol. Él se llamaba Trinidad. Y una vez me sugirió en son de broma que cuando yo tuviera un hijo le pusiera Trinidad para que saliera “igual de bueno a él”.
El licenciado José Trinidad Espinoza Vargas cursó la mitad de su educación primaria allá en Santa Cruz de Camotlán, y la concluyó en Las Varas, municipio de Compostela.
Sus estudios de secundaria los realizó en la ciudad de Tepic, para luego trasladarse a Guadalajara, Jalisco y a México, donde terminó sus estudios profesionales.
La infancia de Pepe está llena de anécdotas; como aquéllas reprimendas que le hacia su abuela Tomasa Carrillo cuando lo mandaba de compras.
Una ocasión, por ejemplo, le ordenó que fuera a la tienda a comprar canela; pero en lugar de eso el chiquillo compró galletas embetunadas, las cuales eran su delicia.
Trini era “abusadillo desde chiquillo”. En una ocasión su padre Flavio les dió un peso a él y a su hermano Héctor – quien por cierto era integrante de la Banda Arkángel R-15 –. Flavio les entregó un peso a cada quien; pero Trini, con mucha astucia de alguna manera se quedó con los dos pesos dejando abanicando a su hermano. “Se me tiró el peso papá; por eso no compré tacos – se quejó aquella ocasión Héctor –; pero Trini me los pichó”, señalaría luego con resignación.
Y es que, Pepe no pudo soportar ver a su hermano sin comer; por eso es que le invitó a los tacos, haciendo creer a Héctor que se los había “pichado”; sin pensar que era con su propio dinero como los había comprado.
En fin. Ese status social en el que se desenvolvió lo convirtieron en lo que es hoy: Un hombre sencillo, franco, abierto y campechano.
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