Fue breve el diálogo; pero esos dos o tres minutos bastaron para ponerme a reflexionar. Ricardo Romero y yo nos topamos de nueva cuenta en el pasillo de espera del área de hemodiálisis. “¿Cómo estás? – me dijo – ¿Ya mejor?”.
El director de Comunicación Social del Seguro Social se refería a mi estado de ánimo, a mi ansiedad, manifestada dos o tres días antes en el Facebook.
Luego soltó la pregunta: “¿Por qué en tus artículos de reflexión dices una cosa y luego en tus mensajes personales dices otra?”
Ricardo tenía razón. Le respondí no se qué, pero, a fuerza de ser sincero, me fui por la tangente… Nos despedimos, y fue entonces que me puse a reflexionar:
Cuando somos congruentes nuestras acciones hablan por sí mismas, y éstas son el reflejo de las palabras que pronunciamos. Somos congruentes cuando enseñamos con el ejemplo.
Vivir congruentemente es un desafío mayor. Significa no rendirse ante la manipulación, ante la tentación material de llevar una vida aparentemente fácil, ya que más temprano que tarde esa incongruencia pasará la cuenta, y deberá equilibrarse nuevamente.
Somos incongruentes cuando trabajamos para ayudar a recuperar la salud a las personas pero bebemos o comemos en exceso, o fumamos.
Somos incongruentes cuando pretendemos ascender en donde trabajamos pero vemos como enemigos a clientes y compañeros.
Somos incongruentes cuando damos consejos pero no los practicamos nosotros.
Somos incongruentes cuando decimos a otros lo que deben hacer sin haberlo hecho nosotros antes.
Somos incongruentes cuando obligamos a otros a hacer lo que no haríamos nosotros.
Somos incongruentes cuando seguimos en el mismo trabajo aburrido sabiendo que somos infelices.
Somos incongruentes cuando mantenemos las mismas relaciones afectivas que nos producen tristeza y ansiedad y no hacemos nada por movernos de ahí.
Somos incongruentes cuando deseamos tener una posición de mayor responsabilidad en la empresa pero llegamos siempre atrasados.
Y sí somos congruentes cuando actuamos con amor, porque el amor es nuestra esencia… Así es que, ¿Pa qué le hago al cuento? Lo acepto; soy incongruente.
Que Dios nos bendiga y nos ayude y guíe en el camino de la congruencia.
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