El Día de las Madres es una fecha aprovechada para celebrar y dar múltiples pruebas de cariño; sin embargo, no todas las mujeres gozan de su día. Hay quienes sumidas en la pobreza pasan inadvertida esta fiesta, aunque reconocen que el mayor regalo que han podido tener, son sus hijos.
María se encuentra sentada en el piso por la Avenida 20 de Noviembre, cerca del crucero de Ahuacatlán. Sábado nueve de Mayo, nueve y media de la mañana. Se cubre su rostro con el reboso y cada vez que pasa un transeúnte extiende su mano que sujeta una tasa de plástico con la espera de recibir unas cuántas monedas.
Mientras tanto, Graciela Acosta, descansa en el escalón de la entrada de una casa y carga su pequeño Héctor Iván de un año de edad, en la “Calle Real” de Ixtlán. Espera que llegue la propietaria del hogar a quien le pedirá le dé la oportunidad de convertirse en su trabajadora doméstica.
Ambas mujeres no se conocen, sin embargo, tienen en común las múltiples carencias que atraviesan y la necesidad de ganarse el sustento diario.
La mujer indígena que pide limosna no habla mucho, su voz es casi un susurro que se pierde entre el ruido de los carros que pasan por la carretera Internacional. Dice que sí tiene hijos pero no quiere ahondar mucho al respecto, pues es bastante tímida.
Graciela es muy abierta, sonriente y platicadora. Apenas tiene 20 años de edad pero además de Héctor Iván, ya tiene otra hija de cuatro años de edad. Se casó muy joven, pero dice que no se arrepiente porque la bendición de sus vástagos es algo que no cambiaría por otra cosa.
Su esposo trabaja como cargador y cada semana recibe 800 pesos como salario. Graciela manifiesta que viven en “la colonia que está atrás de Cristo Rey”. Poseen un cuartucho de lámina de asbesto el cual no protege mucho en la temporada de lluvias. Por eso ella tiene la urgencia de encontrar trabajo con el afán de obtener recursos extras para su familia.
Señala que el 10 de mayo no es una fecha llena de júbilo. Sus hijos aún son pequeños y no tienen dinero para gastarlo en paseos o regalos. Mañana será domingo – 10 de mayo – y sin un cinco en la bolsa, pues ¿cómo celebrar?”, manifiesta.
La que ignora por completo la festividad es María. Se le cuestiona qué significa para ella esta fecha y con la faz descubierta hace un gesto de indiferencia. Ni siquiera recordaba que se este domingo se celebra a las madres. Y es que, al igual que todos los días, habrá de salir a pedir dádivas para sobrevivir.
Cuenta que es oriunda de un lugar del municipio de La Yesca, “un pueblo muy lejano”, según comenta.
Recuerda que en su comunidad no hacían algún homenaje pero para ella, las cosas en Ahuacatlán tampoco han cambiado. Es muy probable que no reciba un regalo o un abrazo de felicitación, sin embargo, no se permite ponerse triste por ese motivo. Lo que en realidad interesa es conseguir el dinero para darle de comer a sus hijos.
De esta forma, las dos mujeres luchan por la vida. No se rigen por las festividades que marca el calendario. La pobreza no da tiempo para festejar.
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