Report-arce
Los faroles por la Allende, el pavimento y las banquetas lucen transformación; me siento en alguna calle del extranjero. Cruzo la valla de la Morelos y aquí el adoquín es de cuadritos y sus postas y la calle está al ras de las banquetas, los curiosos en el devenir.
En este lado están los funcionarios municipales y las cuadrillas de organización que nos dan órdenes para que nos quitemos. Me siento relajado. Saludo a la contralora Norma Patricia Parra, al de Desarrollo Rural, Ignacio Parra, los hermanos Nieves, Omar y Alexis con su padre Francisco, en la filmación en vivo para El Regional.
Me asomo a la calla Aldama un costado del mercado Morelos y están alineados en sillas como 1,500 personas, unas trescientas que no sé de dónde los trajeron. Desde el cielo, por mi Barrio de los Indios, contemplé el lanzamiento del haz blanco, las luces largas que buscan que sea motivo histórico y que desde los grandes faros de estas esquinas son lanzadas para que abarquen a la ciudad en esta noche que es diferente a muchas. No hay cohetes ni campanas.
Me detengo a contemplar el grandioso navío de cristal y pilares negros con su verde transformado como un transatlántico, sus balcones, locales y escaleras, letreros en blanco y negro de los presentimientos comerciales, su escudo gris y su nombre. Una respiración colosal, espectáculo que por eso prefirieron esta entrega de la obra magna que no está ni estuvo ni estará exenta de polémica, por muchos años, en una danza de cifras del costo que primero se dijo 18 millones, después 40, enseguida 50, y luego 55 hasta llegar a 60.
Es admirable, cualquiera se asombra. Un crisol de materiales que trasciende en la ruta comercial de esta ciudad antes Villa, cruzando siglos, en los tiempos de la bonanza minera, pueblo de hospedaje con los mesones, la producción de papa, la cantidad enorme de comercios de todo que abarca decenas de pueblos cercanos que han convertido a Ixtlán en el centro del sur del estado como una oportunidad de oferta y demanda.
La banda Regional Nayarit con su “Perfume de Gardenias”, busca provocar un ambiente de fiesta. Me dirijo a saludar conocidos como Ezequiel Parra, Gustavo Quintero, Ramón Parra, Marco Tulio Delgado, regidores Roberto Parra, Miriam Castañeda, el doctor Uribe, Santiago Valderrama, Sergio Miguel Hernández, Rocío Granados, Emilia Pardo, la síndica Cristina Muro; locatarios como mi padrino Arturo Martínez, y la breve charla con el presidente Pepe Alvarado.
Nos van cercando, más estrecho quedan los espacios, a uno no lo dejaban pasar: “óyeme, yo vivo en esa casa”. Aquí está el controvertido secretario de Obras Públicas del estado, Gianni Ramírez, el director de Nayarit en línea, Antonio Tello, conocido en las redes sociales como “Mitotello”. Sigue la banda musical dos o tres canciones, luego dejan de tocar.
Citaron a las siete de la noche y ya se acercan las ocho, mientras me llega la sensación de estar niño y de evocar aquellos momentos cuando conocí el mercado Nayar, la crónica de mis recuerdos de los olores y sabores de antaño, el batido de leche y chocolate, los viajes con mi madre cuando era la quincena, los vendedores de frutas y los sabrosos churros, los pedazos de carne colgados en los ganchos.
Al saber que el mercado sería demolido rápido vine para tomar la fotografía de la agonía y recorrer por última vez los pasillos penetrantes, y a darle el adiós como a una novia que se hizo anciana y que queda impregnada en los huesos y en la sangre.
Las instalaciones dejaban mucho que desear, el entrampado de los cables del tendido eléctrico, los baños rebasados, la disminución de ventas frente a las cadenas de autoservicio, el techo colectivo derruido, el hedor de viejo.
Enfrente está lo que se llama la modernidad con altas expectativas que sea un referente para el turismo, para que los compradores regresen y se sientan satisfechos de los productos que se venderán con mejor calidad y eficiencia porque para eso fue diseñado y que la publicidad entona como el más bonito de todo el mundo. El diseño es copiado al famoso mercado de Madrid llamado San Miguel que es el más visitado.
Todavía se recuerda cuando Pepe Alvarado, Gustavo, el famoso “Gus”, presidente de los locatarios, y el gobernador Roberto Sandoval fueron a ver dicho mercado y vinieron contentos porque se podría construir esta obra.
Todo lo que significa reuniones, discusiones, enfrentamientos, amenazas, convencimientos, hasta que los locatarios y tablajeros buscaron por mientras refugios temporales y en donde eran Los Tejabanes se adecuó provisionalmente.
Jorge Humberto González apodado “Tito”, fue subiendo a su muro oficial de Desarrollo Urbano y Ecología el drama de la demolición que se llevan nuestras reminiscencias, los primeros cimientos, los comentarios a favor y en contra.
Absorto me fijo en los detalles, en los acabados, en los macetones gigantes, en las luces que lo iluminan como un barco de lujo que está en el muelle y esperando la quebrada de botella de inauguración para zarpar por los mares del dinero y que sea un recinto donde florezca lo mexicano, con los dueños de huertas, los sembradores de vegetales, el granjero local, el lechero tradicional.
Lo quieren hacer único, original, ejemplar, destellante. Me gana la metáfora porque es una estación de ferrocarril galáctico. Se utiliza la tecnología de punta, la pantalla de enormes proporciones, los drones que filman la mole y la multitud con un ojo que nunca imaginaron nuestros abuelos que estaban más acostumbrados al contenido que al oropel.
De las personalidades nadie se quiere quedar desenfocado. Hasta Hugo Villagrán es entrevistado en este remolino de abrazos y besos en la mejilla. Saludo a los del Club Ixtlán de Los Ángeles, a la Chata Ramírez y su esposo Tadeo.
Son las ocho y tres minutos y los de la cuadrilla de camisas blancas y de logo, ya despejaron la calle Morelos que hace cruce con la 5 de Mayo porque por allí arribará el señor gobernador, no sé por qué recordé un pasaje de la película “El Rincón de las Vírgenes” con Emilio Fernández y Alfonso Arau… Continúa el jueves.
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