“Hace 19 años que se fue el amor de mi vida, Dios permitió que se adelantara, pero estoy agradecido por los 40 años que la mantuvo a mi lado, ella ha sido la única mujer en mi existencia. Yo la sigo queriendo”, platicó don José Altamirano, en una clara muestra donde el amor se yergue como un gigante del alma que ni la muerte puede borrar.
Con la mirada fija al cielo, don Pepe, como comúnmente lo conocen en Ixtlán, a sus 75 años, recuerda con lucidez, entre suspiros, cómo conoció a Refugio Espinoza Salazar, con quien contrajo matrimonio en 1948, según sus cuentas.
Dijo que los dos nacieron en Ixtlán y se conocieron desde niños, pero fue a los 16 años cuando ella le entregó su amor. “Me enamoré de ella cuando tenía 14 años, era una niña, vivía a escasos metros de la casa de sus padres”.
“En aquella época – añade – no la pensábamos dos veces, cuando alguien nos gustaba sólo había dos opciones: robársela o fajarse los pantalones y pedirle permiso a los papás, que en ese tiempo eran muy estrictos; yo me decidí por la primera”, comentó, al tiempo de dibujarse un sonrisa en su rostro marcado por los surcos del tiempo.
Y enseguida apunta: “Me la robé cuando ella tenía 15 años y yo 17, pero al poco tiempo cuando a sus padres se les bajó el disgusto nos casamos por la ley de Dios y por la terrenal”.
Mientras barre el polvo de la acera de su casa, don José acepta que extraña a su señora, no ha vuelto a enamorarse y tampoco cree que haya otra como la que le dio tres hijos, aunque sabe y se resigna a que en esta vida no la verá más.
“A veces es muy duro, puesto que cuando uno es joven hace planes con su pareja para la vejez; por ejemplo, siempre quisimos tener una casa grande en donde jugaran nuestros nietos cuando nos visitaran”, recuerda.
Por otra parte, don Pepe, mientras estuvo en buenas condiciones físicas, se desempeñó como jornalero, luego alardeó de que su mujer fue muy buena cocinera, “siempre que llegaba de trabajar ella tenía un humilde pero rico guiso preparado, no como las mujeres de ahora que llegan sus maridos y las encuentran en el “feis” o platicando con las vecinas”, señaló al tiempo de soltar la carcajada.
Continuando con la conversación expuso: “de una cosa sí estoy seguro, hace 19 años que falleció mi mujer, yo ya tenía mis 56. Aunque se presentara la oportunidad o fuera más joven no me volvería a casar porque como Cuquita no creo que haya otra mujer en la tierra”, expresó ya con los ojos humedecidos.
“Desde que ella falleció – agrega – voy a visitarla al panteón por lo menos dos veces al año. Ella está sepultada allá atrás del panteón viejo; pero tengo la esperanza de que alguna vez volvamos a juntarnos allá arriba, donde está ella ahora y de ahí podamos cuidar a nuestros nietos”, señaló, teniendo presente el Día del Amor y la Amistad.
Para don Pepe todos los días deben ser del amor, no solamente el 14 de febrero en que las parejas se hacen regalos; en los 365 días se pueden obsequiar tanto cosas materiales como aquellas que no se ven, pero se sienten hoy y siempre, como su amor eterno por Cuquita.
BELLAS COSTUMBRES
“El amor nunca cambia, pero las costumbres sí, y mucho; antes se acostumbraba cortar flores en el trayecto a la casa de la amada, de cualquier jardín que había en el camino, ahora las compran en las florerías y ni las entregan personalmente, pagan para que las lleven”, comenta don José.
En aquellos tiempos, aunque hubiera simpatía con los padres, la usanza era verse a escondidas y sin el permiso acostumbrado, tal vez porque eso le ponía más interés a la relación.
Sin embargo, a algunos no les iba tan bien, ya que cuando había oposición de los padres, por una cosa o por otra no dejaban salir a las muchachas ni a la esquina o simplemente se las llevaban del pueblo, dijo.
“Ahora vienen jovencitos de Méxpan, de Ahuacatlán y Jala, de Los Ranchos y otras poblaciones vecinas a cortejar a las muchachas pero de una forma muy extraña, patinan los carros y ponen canciones supuestamente románticas a todo volumen”, se queja.
“De esa manera – opina – conquistan a las muchachas ahora. Es más, estoy casi seguro de que los carros que traen ni siquiera son suyos, nomás los traen para apantallar a las chamacas, pero a la hora de la hora no tienen ni pa’ darles de comer”.
Y sigue diciendo: “En mis tiempos de juventud las relaciones de noviazgo eran serias, pobre del hombre que no le cumpliera a una dama, empero ahora yo veo que los muchachos andan hoy con una y mañana con otra, y las mujeres les siguen el juego…
Los tiempos cambian pero cuando el amor es sincero lo supera a todo, a cada quien le llega el amor a su tiempo, pero qué triste es para quienes lo rechazan, porque es el sentimiento más hermosos de la tierra”, agrega.
SÓLO CON EL RECUERDO
Don “Pepe” Altamirano lleva varios años viviendo solo en su casa, tiene una hija en Tepic, otra en Ahuacatlán y su único hijo varón radica en Estados Unidos; éste es el que le envía periódicamente algún dinero para su manutención.
No obstante, don Pepe señala que nunca ha querido ser una carga para sus hijos, por lo que vive en su propia casa y aún realiza algunas labores que su edad le permite, como podar árboles y cuidar jardines.
Señala que lo poco que tiene es el fruto de su trabajo como jornalero, es decir, a base de mucho esfuerzo, con lo que ha tenido una vida digna durante su matrimonio y ahora que se quedó solo.
Añadió que le gustaría terminar sus días como una persona útil, sin convertirse en una carga para sus familiares, como hasta el momento lo ha hecho, concluyó mientras continuó aseando el exterior de su domicilio.
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