Jala, Nayarit, febrero 09.- (Francisco J. Nieves Aguilar).- La posibilidad de un nuevo enfrentamiento electoral entre Antonio Carrillo Ramos y Marco Antonio Cambero Gómez, es más que latente. La vez pasada contendieron por la diputación; hoy mantienen fija su vista en ese edificio que diseñó y construyó el arquitecto Arturo Valdez Zúñiga, hace ya alrededor de 30 años, durante la administración del bien recordado Juan Francisco Cambero Ibarra.
Los dos “Toños” parecen estar obsesionados con esa posibilidad. El primero de ellos buscará acceder a ese escaño a través de la alianza denominada “Nayarit nos une”, conformada por los partidos Nueva Alianza, Verde Ecologista y Revolucionario Institucional. El segundo intentará ser postulado por esa mezcla bastante rara que constituyeron el PAN y el PRD.
En el 2008 ambos se vieron las caras buscando convertirse en diputados por el séptimo distrito electoral. Esa vez los sufragios favorecieron a Toño Carrillo; pero Marco Antonio Cambero arribó al Congreso del Estado por la vía de la representación proporcional.
Ahora son diputados con licencia y los dos tratan de quedarse con la silla que por hoy ocupa Miguel González González… Sería pues una especie de revancha, lo cual tornaría el proceso muy interesante.
Sin embargo, resulta que los dos “Toños”, al incursionar en “las grandes ligas” se olvidaron de su pueblo. Los absorbió la capital nayarita; y el codearse con otros “grandes” les provocó una especie de amnesia; una amnesia que les puede resultar muy grave.
Antonio Carrillo Ramos, por ejemplo, cambió los caminos terregosos por el pavimento. Ya no se ensucia los zapatos como antes; ya no come en las fondas ni en “restaurantitos”; ahora asiste a refectorios de postín. Dejó de usar ropa de los tianguis para “surtirse” en establecimientos comerciales de la talla de Liverpool y de Fábricas de Francia.
Pero Cambero Gómez tampoco canta mal las rancheras. A veces lo vemos circular en su lujosa camioneta sin dirigir un saludo siquiera; menos aún si se trata de algún “pediche” enfadoso; aunque en ocasiones se ve forzado a sonreír, obviamente con el interés de “ganarse” a la gente.
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