La “pipol” que no “workin” bien, ¡Va pa´juera!, solía decir don Chico Ibarra – mi paisano de Ahuacatlán – durante el tiempo que fungió como Mayordomo, en algún lugar del estado de Oregón. U.S.
Una extraña combinación de español e inglés. Pero lo grave del caso es que, así como él, hay millones y millones de personas que utilizan o utilizamos este tipo de lenguaje. “Por favor vas a la “marqueta” y me traes 20 pesos de “bananas” y algunos jitomates. De paso, llegas con La Chiquis y compras una bolsa de “hot dogs”.
En fin; nadie es realmente moderno si no dice cada día cien palabras en inglés. Las cosas, en otro idioma, nos suenan mucho mejor.
Evidentemente, no es lo mismo decir “beicon” que jamón – aunque tengan la misma grasa –, ni vestíbulo que “jol” ni desventaja que “jandicap”.
Desde ese punto de vista, los latinos somos modernísimos. Ya no decimos tarta, sino “hot keik”, ni tenemos sentimientos, sino “filings”.
A los maricones les decimos “gais” y a los repartos de cine “castings”. Antes, los estudiantes pegábamos carteles, en lugar de “pósters”; y los obreros, tan ordinarios ellos, sacaban el pocillo, en lugar del “toperware”.
Sacamos “tikets”, compramos “compacts”, comemos “sándwiches”, practicamos el “rappel” y el “raffting”; en lugar de acampar hacemos “campin” y, cuando vienen los fríos, nos limpiamos los mocos con “Klinex”.
Esos cambios de lenguaje han influido en nuestras costumbres y han mejorado mucho nuestro aspecto.
Las mujeres no usan medias, sino “pantis” y los hombres no utilizan calzoncillos, sino “boxers”, y después de afeitarse se echan “after sheik”, que deja la cara mucho más fresca que el tónico.
El español moderno ya no corre, porque correr es de cobardes, pero hace “futing”; no estudia, pero hace “masters” y nunca consigue aparcar pero siempre encuentra un “parking”. El escalafón, es “ranking” y el representante, el “manager”.
Los importantes son “Vips”, los auriculares “wokman”, los puestos de venta “stands”; las niñeras “beibi sister”.
En la oficina, el jefe está siempre en “mitings” o “brein storms”; casi siempre con la “piublic-relashions”, mientras la “asistent” envía “meils” y organiza “treinings”… Luego se irá al gimnasio a hacer “Yim-jazz”, y se encontrará con todas las de la “yet”, que vienen de hacerse “liftings”, y con alguna “top-model” amante del “yogur latí” y el “body-fitness”.
El arcaico aperitivo ha dado paso a los “cocteles”, donde se hartan a “birer” y a “roust bif” que, aunque parezca lo mismo, engorda mucho menos que la carne.
Aquí en el Express —sin ir más lejos— trabajamos con “magazines” y no con películas. En la tele, cuando el presentador dice varias veces la palabra O.K. y baila como un trompo por escenario la cosa se llama “chow”, bien distinto, como saben ustedes, del anticuado espectáculo; si el “chow” es “jevy” es que contiene carnaza y si es “reality” parece el difunto diario El Caso, pero en moderno.
Entre medias, por supuesto, ya no ponen anuncios, sino “espots” que, aparte de ser mejores, te permiten hacer “zapping”. Estas cosas enriquecen mucho.
Para ser ricos del todo, y quitarnos el complejo tercermundista que tuvimos en otros tiempos, solo nos queda decir con acento americano, que la única palabra que el español ha exportado al mundo es la palabra: «SIESTA»… ¡Gud Nait a todos!
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