Con precaución
Los trenes de pasajeros le dieron empleo indirecto a mucha gente. A lo largo de la línea de la otrora orgullosa ruta de la costa occidental en donde alguna vez señoreó primeramente el Ferrocarril Sud-Pacífico de México, denominado después de 1951 como Ferrocarril del Pacífico, S.A. de C.V., muchas generaciones se vieron favorecidas gracias a la venta de alimentos tanto en los andenes de las estaciones como a bordo de los mismos trenes de pasaje.
Por ejemplo, el tren número 3 que salía de Guadalajara rumbo al norte a las 11:00 horas, y que manejaba primera y segunda clase y hasta fines de los años 70’s del siglo pasado tuvo servicio de coches dormitorio (Pulman) y comedor, al pasar por una estación de nombre Empalme Orendain, antes de Arenal, Jalisco, se subían a vender tacos, frutas, cacahuates, dulces, etcétera, unas personas vecinas del poblado de Santa Cruz del Astillero.
En la estación de Tequila se subía otro grupo de vendedoras y vendedores con prácticamente los mismos productos e inclusive hasta dizque tequila y rompope. Algunas personas que habían subido en Empalme Orendain, en ocasiones terminaban su venta pronto, así que de Tequila se regresaban a su lugar de origen.
Quienes seguían a bordo del tren conforme terminaban lo que vendían se iban bajando del tren ya fuera en Magdalena o estación La Quemada, Jalisco o seguían hasta el encuentro con el tren número 4, que por lo regular se efectuaba en la estación de Agua Fría o cuando venía corriendo un poco tarde, en estación Barrancas, en donde al igual, transbordaban otras vendedoras que habían subido en Ixtlán y Ahuacatlán, Nayarit, quienes también vendían taquitos tanto de canasta como dorados, y unas muchachas de Ahuacatlán también vendían cocadas, aparte de los taquitos.
Aquí en Tepic, en el andén de la estación se instalaban varios puestos que a la llegada de los trenes ofrecían tacos o enchiladas con pollo, carne asada y las mismas vendedoras mandaban a otras muchachas para que subieran al tren a ofrecer su comida.
Para todos había, ya que los concesionarios del restaurante de la estación jamás protestaron sobre la competencia que pudieran hacerles las vendedoras que se instalaban en el andén, ya que también el restaurante se llenaba a la hora de la llegada de los trenes de pasajeros.
Había pues, una sana convivencia tanto en los dueños del restaurante como las señoras que tenían a su cargo los puestos del andén; nada de envidias.
Cuando el tren número 3 continuaba su marcha rumbo al norte, aquí transbordaban las vendedoras que habían subido en estación Ruiz en el tren número 4, quienes por cierto también ofrecían una rica birria, sin embargo, ya nada más viajaban como pasajeras ya que por lo regular su venta la habían terminado antes de llegar a Tepic, es decir, ya iban de vacías.
Y así, dichos trenes mantenían a mucha gente a lo largo de su recorrido, porque en Mazatlán, Sinaloa también se instalaban en el andén de la estación muchos puestos que también ofrecían camarones, pescado dorado y hasta dizque caguama (con cuernos) en estofado.
Lo de caguama era nomás pura propaganda que había quedado como recuerdo para los que la ofrecían antes de que fuera prohibido o vedado su consumo, así que ahora era carne de res a la que le añadían aceite de caguama para que diera el gatazo; así que muchos pasajeros se iban con la finta de que había comido carne de quelonio.
Mucha de esta gente que por generaciones vendieron tanto en los andenes como a bordo de los trenes, le dieron educación a sus hijos (se engloban ambos géneros) forjando a muchos de ellos en profesionistas, inclusive sus casas salieron del producto de la venta de alimentos a los pasajeros.
Hoy en día también hay muchas de éstas personas que construyeron sus casas en la colonia Tierra y Libertad y pudieron mandar a sus hijos a la escuela, aunque eso sí que como pasa en todos lados: no todos siguieron sus estudios ya que algunas muchachas suplieron a su mamá cuando ya no pudo ir a vender por la edad, formando a las nuevas generaciones de vendedoras que siguieron con la tradición de la vendimia.
Pero infortunadamente en el mes de febrero de 1998 todo acabó para éstas personas que hicieron su vida vendiendo alimentos a los pasajeros de los trenes, mes en que se canceló al parecer definitivamente el servicio de trenes de pasajeros.
Y como todo: quienes supieron aprovechar y guardaron su dinerito no sintieron tanto la cancelación de dichos trenes, pero quien no lo hizo así, tal vez se las ha visto negras.
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