Una lágrima, una flor. La vida en los Panteones paradójicamente se desborda el Día de Muertos. No falta el vendedor de cañas, el que expende las aguas frescas, el coctel de frutas, los lonches y taquitos. “¡Tejuinos!, ¡Raspados”, se escucha gritar a veces.
El viento sopla con fuerzas. A doña Rosario Tapia se le dificulta cargar sus coronas, “¡Ay mi´ja!, ¡Ya se desprendió el “ganchito”!, exclama con congoja. Luego dice jocosa: “Yo no compro cempoazuchitl a mi esposo porque no le gustaba ese olor, ni le pongo una botella porque de seguro se la llevan; solo vine a rezarle un rosario a mi viejito chulo que Dios lo tenga en el cielo”.
Recién llegado de Guadalajara, Felipe Montero acude a la tumba de Laureano, su padre, quien yace en una fosa del Panteón de Ahuacatlán: “Yo me adelanté porque quiero estar solo con mi padre para platicarle”.
“El alimento espiritual es importante, pero también el material”, señala la señora Lola Gómez quien, junto con su hija, saborea una torta de jamón a la entrada del Panteón de Jala, a donde acudió para homenajear a su madre, fallecida hace poco menos de una década. Sobre la tumba colocó una corona que le costó casi 300 pesos, adquirida en Ixtlán del Río.
Y entre los vivos, los más vivos fueron los vendedores que, por decenas, se apostaron en las avenidas que conducen a los panteones para hacer su agosto con los visitantes. Entre las vendimias se podían encontrar flores de a montones, naturales y artificiales, de distintos colores, coronas de todo tipo, sencillas y ostentosas, grandes y chiquitas.
A nadie parece importarle en éste día en el que las lápidas sirvan de mesa provisional para la comida. Los más pequeños “chirotean” por todos lados, corriendo entre las estrechas avenidas mal trazadas.
Pero no todo es festejo el ir a encontrarse frente a la tumba o la gaveta con los que amaron en ésta vida. La familia Quezada Rodríguez todavía llora al acordarse de don Florentino, quien murió hace escasos días en Ahuacatlán… “La extrañamos mucho”, dice uno de sus familiares.
Día de los Fieles difuntos. “¿Y por qué fieles?”, se escuchó la pregunta de un niño perdido entre la multitud; “porque ya muertos ni modo que sean infieles”, se oyó la respuesta de una apresurada madre, mientras tiraba del niño para que no se quedara atrás, rezagado entre los cientos de visitantes.
En el exterior del Panteón Municipal de Ixtlán, Pepe Alvarado – el Alcalde -conversa con una señora bonachona. La gente se le acerca, lo saluda. “¿Cómo ves? Mucha gente verdad?, dice, no sin antes aclarar que giró instrucciones a los Agentes de la Policía para que vigilen el orden…
Por cierto, los operativos de los guardianes del orden, tanto de Ahuacatlán, como de Jala e Ixtlán del Río, estuvieron a la medida. Policías haciendo guardias permanentes en coordinación con oficiales de tránsito. Entre todos resguardaron la buena circulación de los vehículos, no sólo en sus cabeceras, sino también en las comunidades.
Lógico, al caer la tarde en el pasado 02 de noviembre se agudizó un poco el tráfico; en momentos se hizo más lento por los embotellamientos. En tanto, en el centro de la ciudad no faltaron los borrachines que salían temprano de la cantina, pues habían ido a ahogar sus “penas” con alcohol. Algunos se acordaron de los que ya se marcharon; otros aprovecharon la reciente quincena para empinar el codo.
[flickr_set id=»72157660753698621″]
Discussion about this post