Hace mucho tiempo, Mariela – una niña de una familia adinerada – se fue a dormir después de un día ajetreado. Antes de acostarse se arrodilló en su cama y empezó a rezar, cuando en eso oyó un sollozo. Un poco asustada, se asomó por su ventana. Otra niña, quien parecía de su misma edad y desposeída estaba parada en el callejón junto a la casa de la niña rica.
Su corazón se identificó con aquella niña humilde, ya que estaban en lo más frío del invierno, y la niña no tenía cobija, tan sólo viejos periódicos que alguien había tirado. A la niña rica se le ocurrió una brillante idea. Llamó a la otra niña y le dijo:
- Hey, tú, por favor acércate a mi puerta, ¿Cómo te llamas?”.
- Violeta, respondió la chiquilla.
Tan rápido como se lo permitieron sus piernas, Mariela bajó las escaleras hasta el closet de su madre y tomó una vieja frazada y una desgastada almohada. Tuvo que caminar lentamente a la puerta del frente para no tropezar con la cobija que colgaba, pero finalmente lo logró.
Dejando caer ambos artículos, abrió la puerta. Allí estaba la pequeña Violeta, parada y visiblemente atemorizada. La niña rica sonrió cálidamente y le entregó ambos artículos a la otra chiquilla. Su sonrisa se ensanchó al observar la genuina sorpresa y felicidad en el rostro de ésta. Así, Mariela se fue a la cama increíblemente satisfecha.
Al día siguiente escuchó que alguien tocaba. Mariela voló a la puerta esperando ver a la otra niña allí. Abrió la gran puerta y miró afuera…. Efectivamente, ahí estaba la niña humilde. Su rostro se veía feliz y sonrió.
- ¿Puedo quedarme con tu cobija y con tu almohada?, preguntó esperanzada. La niña rica abrió su boca para decir que podía quedárselos, pero de pronto tuvo otra idea.
- No; regrésamelos, dijo con frialdad.
El rostro de la niña pobre se entristeció. Esa no había sido la respuesta que esperaba. Con desgano, dejó los gastados artículos en el umbral y se volteó para irse cuando la niña rica le gritó:
- ¡Espera! Quédate allí.
Violeta se volteó a tiempo para ver a Mariela subiendo las escaleras por un largo corredor. Luego optó por alejarse, pensando que no valía la pena esperar. Sin embargo, apenas había dado unos cuantos pasos cuando sintió que alguien le tocaba el hombro. Al voltearse vio a la niña rica, quien le entregaba una nueva cobija y almohada.
- Toma estas; son tuyas, le dijo suavemente… Mariela le había entregado su propia cobija y almohada, hechas de seda y plumas.
Pasó el tiempo, pero Mariela y Violeta apenas sí se veían de vez en cuando, aunque siempre estaban presentes en sus mentes.
Ya de grande, Mariela – la niña rica – recibió una llamada telefónica. Era la voz de un abogado… “Necesito que venga a mi oficina”, le dijo éste.
Cuando llegó al despacho del abogado, éste le informó lo que había pasado.
Hace 40 años – cuando Mariela tenía nueve –, había ayudado a una niña necesitada que creció para convertirse en una mujer de clase media con esposo y dos hijos.
Violeta había muerto recientemente y le había dejado algo en su testamento. “Aunque – dijo el abogado – es la cosa más peculiar. Le dejó una almohada y una frazada”.
Hay cosas en la vida que quizás no tengan mucho precio para algunos, pero para otros pueden ser de mucho significado, especialmente cosas que con amor y comprensión y mucho corazón alguien compartió.
Hay mucho que podemos hacer y que podría impactar la vida de otros. Hoy puede ser ese día en que podrías impactar la vida de otro con un gesto, un presente o solo una sonrisa ¡pero con mucho corazón!
Discussion about this post