Geraldine Ponce:
En hora buena por la acertada decisión de militar en su partido.
No le hablo desde la trinchera del fanatismo o la pleitesía, ni mucho menos la adulación fácil. Los grandes maestros de este continente Americano: Waldo Emerson, José Ingenieros, Sarmiento, entre otros de la misma cepa, han dicho que se tiene y se debe tomar partido en esta vida.
En tanto figura pública he seguido sus pasos en la medida de mis posibilidades. Desde que un jurado de dudosa estofa, patrocinado por la decadente televisora, aunque le hayan colgado las levitas de satín, siempre alquiladas para el caso… la relegó a un lugar que no era el suyo, por el verbo y la palabra clara, sostenida, por atreverse a decir que creía en una república del amor.
Creció usted en el Nayarit más violento, lo sabe y lo sabemos… creció como una flor de loto sobre Pantanal y aceptó el juego cosmopolita: recorrer mundo más allá de la entrañable feriecita elotera; en ciudades fastuosas, llenas de placeres diurnos y nocturnos hasta el embrutecimiento. Fotografiada, agasajada por auténticos caballeros, o fáciles cortesanos; pretendida por los infalibles casanovas, y acosada por los juniors burguesillos; sin poder evitar que esos rancios señores de la paz y el orden mundial pretendieran embriagarse con su natural belleza, y en el colmo delirante del performance querer comprar la voluntad de su vida.
No solo eso sino que representó usted un país secuestrado por la mentira institucionada, el fraude y la estafa como modus vivendi, como moneda corriente que compra lo que se deje tasar. Fue a Japón, la tierra donde ardió el fuego nipón (Hiroshima y Nagasaki) lejos de la mítica y retrograda Troya en que se educa, domesticando el filo a nuestros universitarios, tristemente, todavía. Y su voz fue, no de las que pidieron santa paz al fetiche de la silla o la corona, bajo la tribuna gris en la que solo están por un momento, fugazmente elegidas bajo el ojo de Mammon… y se atrevió a decir con un primer germen de actitud que el mundo no necesita paz sino justicia.
No era suyo el compromiso de sacar adelante una honra patriotera de entre el concurso de las naciones. Porque no fue ni será nunca un lábaro raído por los soles masónicos, hasta convertirlo en hilacho.
Y sin embargo me representó usted y su verbo, más allá del canon del porte al que fue sometida por las reglas de un concurso que no es suyo. Y me representa cuando se niega a ser bucanera de un olimpo inexistente o un simple objeto de entretenimiento o marca de bisutería. Como, digamos en deporte, me representó, ahí donde no pude estar, ni ser visto ni escuchado, el esfuerzo de Paola Espinoza, más aun; su sonora protesta ante las olímpicas corruptelas de federaciones y jurados. Soraya Jiménez por sus propios medios, aunque ya no esté con nosotros. Los niños triquis o raramuris, los campeones paralímpicos. Si en academias o colegios; me representaron los alumnos pentacampeones de robótica. Si en las letras; Alfonso reyes, Octavio Paz, y sí, en efecto nuestro Amado Nervo y Ali Chumacero. Si en medicina; el traumatólogo Omar Bautista y el neurocirujano Raúl Méndez Olan. Si en las artes plásticas; José Elpidio Zavalza pintando la belleza de Compostela. Si en ganas; me representan los estudiantes con la ética sempiterna, conscientes de lo que han venido a hacer a la universalidad de la tierra, alimentados por los maestros siempre rebeldes, revolucionarios. En la Unión Americana los Chávez, los que desafían al modisto Trump so riesgo de aparecer diseccionado por las ratas en los basureros de Manhattan. Si en la entereza y dignidad; me ha representado la madre pariendo y la que nunca deja de buscar a sus hijos desaparecidos. Las tarrayas en los brazos y las manos en los peces; el tosco obrero que toma el peso del rotomartillo, pala y cuchara pa’ llevar la leche, la comida a sus bebés y la ternura de una caricia. Las manos de la madre que se meten a la lumbre, en esa altiva exegesis del milenario Moctezuma que se repite sin cesar, a diario, en la inmensa mayoría, como una de las notas más altas de la ironía humana —antes que la razón fuese lacaya de una cobardía— para llevar el pábulo a la boca de sus hijos. Me representa en otras tierras la señora bien llamada Ernestina, cruzando con su niño a cuestas por la cresta de la sierra, día y noche, “por los hijos… la vida, y hasta el alma” india brava y leche fértil. Ellos, que son un nosotros.
No me ha representado, ni mucho menos identificado, ninguna selección nacional de futbol, cuya mediocridad no reside en los jugadores tratados como reses de establo. Ningún borracho cantando a grito abierto por sus pistolas a la Infante, ninguna Paquita Rivera revolcándose en el dolor de su propio odio, degradándose hasta la animalidad. Ni el presidente, legalmente espurio; ni el palurdo populachero del gobernador, traficante de turno… vende patrias aquel, vende plazas estos otros que ahora padecemos; ni los antes ni los despueses, ni la nigromancia profética del alea carte, la suerte echada. Ninguna obsolencia de un cuestionable himno patriotero, que lo mismo habla de bridones españoles que de olivas griegas, de guirnaldas hebreas que de dedos de dioses y arcangélicas sombras. Ni un eslogan neofascista, ni, repito, un presidente espurio o lacayo, o de plano imbécil.
El escándalo que usted pueda generar en tanto figura pública con su decisión, en donde sea, es de una pobre doble moral. Porque son los mismos que la elevaron a las apoteósicas calendas de una ambrosia poética, o en mínimo grado a los altares de la admiración personal, diciendo que llevaba en alto, primero el nombre del estado, después el de la nación. Son ellos, quienes no tenían más que las mismas palabras y los mismos discursos de una retórica hueca, los que ahora le crucifican desgañitándose en impropios adjetivos. Y, secuaces, harán lo posible por buscar el hilo negro del escándalo y el descredito incluso hasta inventárselo.
¿Por qué ha de desatar tanto revuelo en aprobación o desaprobación su capacidad de decidir, mientras los buques y submarinos de guerra se apostan en la periferia de los golfos como piezas de ajedrez dispuestas al ataque? ¿Por qué el “escándalo” Cuando hay estrellitas de la farándula, las Salinas y los Blancos, ocupando curules en recintos o palacios legislativos sin tener un ápice de lo que es la Legislación? Cuando sabemos que la mismísima Jones obtuvo un opacado galardón debido a las gestorías diplomáticas derivadas del TLC, patrocinadas en cierta clandestinidad por el partido que todos los mexicanos ya conocemos y que me resultaría nefasto repetir. O cuando otras mujeres salidas de la misma institución de belleza militan de plano en la mafia de carteles, destrozadas, heridas o hasta muertas como una muestra más de la misoginia sistemática que como cultura les domina.
Sino como mexicanos, sí como nayaritas deberíamos de aprender de usted, a tomar las decisiones que mejor nos acomoden. El que usted tome un pronunciamiento político es, en estos tiempos, de una significación trascendental.
Todo ello, lo antedicho, me convertiría en simple observador de un espectáculo bizarro, sujeto a las circunstancias que se muestran como ajenas. Y para evitar en lo particular una pasividad ante los fenómenos que acaecen, le expreso mi simpatía y respeto, en tanto figura pública, persona y ser humano. Yo también, digno y altivo, sabré regresar a mi esposa fiel, a mi lejana familia, a mi barrio y vecindario después de haberle dejado esta carta. Ellos saben cómo y quién soy… y qué es lo que hago aquí.
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