“Usted debe ser mi tío; ¿Conoce a usted a Alicia Guardado Prado?”, me dijo a través del chat el cibernauta. “¡Por supuesto que sí!”, le respondí. De ahí nos enfrascamos en un interesantísimo diálogo del que sacamos varias conclusiones; aunque la más importante fue el hecho de que estábamos hablando de la misma persona: Alicia; hermana de Esther, de Marcos y de Raúl; hijos de Alberto Guardado, quien a su vez fue primogénito de mi tía-abuela, Concha Nieves, hermana de mi abuelo Dionisio Nieves, padre de mi padre, Agapito Nieves.
Reencontrarme con la familia Guardado Prado fue para mí motivo de alegría en grado superlativo. Tenía ya algunos años que no entablaba comunicación con ellos. El paulatino fallecimiento de nuestros ascendientes nos fue alejando. El contacto, sin los tíos Juan, Guadalupe, Rafael, Elodia y Olimpia, y desde luego el de mi padre, nos causó ese distanciamiento. Por eso debo celebrar este reencuentro, gracias a la Internet.
En mi memoria guardo vagos recuerdos de la tía Concha. Era apenas yo un chilpayate panzón y cabezón cuando la miraba con su caminar lento en la finca habitada por mis tíos Lupe, Elodia y Olimpia. Calle Morelos, frente al número 106, donde radicábamos nosotros.
El cibernauta que al principio cito, resultó ser pues mi sobrino. Estuvimos conversando por espacio de 15 minutos, pero la sorpresa mayor y más grata aún fue cuando entablé comunicación con Alicia, a través de la vía telefónica. ¡Cuánto tiempo sin saber de ella!… Platicamos sobre algunos asuntos familiares, pero también abordamos asuntos relacionados con el tema de salud, religión, laborales, y en fin. “Y aquí está Adán, ¿Quieres platicar con él?”, me dijo, refiriéndose a su esposo, a quien conocí allá por mil novecientos setenta y tantos, en la Casa del Estudiante, en Tepic. En aquel entonces ellos aún no se casaban.
Asentí, y fue entonces que le dimos un giro a este primer contacto para dialogar brevemente con Adán. Recordamos aquellos tiempos de nuestra estancia en la Casa del Estudiante. Él cursaba la carrera de Veterinaria, mientras que yo asistía a la escuela de Turismo.
Adán fue un excelente jugador de basquetbol, muchas veces representó al municipio de Ruiz, su lugar de origen y residencia. Rememoramos a los líderes y personajes más populares que, al igual que nosotros, nos asistíamos en la Casa del Estudiante, como a Antonio Orozco Simental, a Murillo, al famoso Mecatán, al “Maik”, del meritito paso Real, a Chito Montero – mi entrañable amigo y paisano – al “Chico fierrolo”, a Lupe Ledesma, lo mismo que a “La Presa”, a La Bayona y a algunos otros compañeros, contándose también al “Palmillas” a Germaín y al “Aguilús”.
La conversación con Alicia, con Adán y con su hijo en resumidas cuentas sirvió para restablecer nuestra comunicación. Concluido el diálogo sentí un enorme gozo, una alegría fraternal; porque ese es uno de mis propósitos al utilizar la Internet, es decir, reencontrarme con familiares por ambas líneas, con amigos de infancia, adolescencia y juventud, con ex compañeros y obviamente con ustedes que siguen estas líneas.
Discussion about this post