Seis humanos quedaron atrapados en un lugar oscuro e intensamente frío. Por casualidades de la vida, cada uno lo que poseía con él en ese momento era un pedazo de madera.
Llegaron a un rinconcito donde había una hoguera que por falta de madera se extinguía, pero nadie ponía su trozo madera en el fuego para avivarlo.
El primero retuvo su pedazo porque vio que uno de los rostros que había alrededor del fuego era negro.
El siguiente, al mirar al frente, vio a uno que no era de su iglesia, por eso fue incapaz de echar al fuego su tronquito de cedro.
El tercero que era un andrajoso, mientras el frío aumentaba, se ajustó el saco y pensó:
- ¿Por qué poner mi pedazo de madera al servicio de este rico ocioso y avaro?
El rico meditaba en la riqueza que tenía acumulada y en la manera de protegerla del pobre tonto y perezoso.
En el rostro del hombre negro se adivinaba la venganza. Mientras el fuego se apagaba, todo lo que veía en su madera era una oportunidad de herir al blanco.
El último hombre de este miserable grupo no fue la excepción. Si los demás no daban, ¿por qué habría de dar el de él?
Los pedazos de madera apretados por cada una de las congeladas manos, fueron los únicos testigos y la prueba del pecado humano.
Al salir el sol por la mañana, todos habían muerto de frío.
¡Aquí podemos ver que antes de morir físicamente, ya estaban muertos por dentro!
Vamos a luchar estimados lectores, para no parecernos a ninguno de los protagonistas de esta historia. Es la hora de empezar a luchar un poco en contra de algunos de nuestros defectos que nacen con nosotros.
[su_box title=»MORALEJA: » style=»soft» box_color=»#686868″]Aprende a compartir con todas las personas que te rodean pues no importa el color, la religión, la riqueza o la pobreza, la nacionalidad, las preferencias, las costumbres, los hábitos… ¡TODOS TENEMOS EL MISMO VALOR![/su_box]
Discussion about this post