Día de muertos, día de reflexión y meditación. Es cuando se nos arruga el alma al saber que tendremos que morir. Es lo único seguro, es lo inevitable, pero no lo aceptamos y preferimos cambiar el tema.
Jugamos a vivir, sabiendo que tendremos que morir. Vivir es ir muriendo cada día, porque cuando nacemos nuestro reloj biológico comienza su marcha hacia el final. Le tenemos miedo a la muerte, porque desconocemos qué misterio esconde detrás de su oscuro manto.
Cuando llegue el día del encuentro con la muerte cerrarán nuestro ataúd, y el silencio y las sombras abrazarán nuestra alma. Cuando todo haya terminado y la esperanza haya muerto, la única luz que alumbrará “nuestra vida” serán las obras que dejamos, el bien que en esta vida realizamos y los frutos que en nuestro entorno logramos plantar.
Nadie muere del todo, si cuando se va deja amistad, servicio, bondad, sonrisas y amor con su presencia.
La muerte nunca tendrá la victoria, pues le ganamos la partida al dejar lo mejor de nosotros en los seres que servimos, ayudamos y amamos.
Día de muertos, día de reflexión y meditación, para pensar en la muerte y poder disfrutar de la vida. “E cristiano no le puede tener miedo a la oscuridad de la muerte, pues ha depositado su fe en Cristo, que es antorcha de amor y de esperanza, la cual alumbrará nuestra vida hacia la eternidad”.
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