El primero de septiembre de 1969 se acerca geográficamente a Nayarit, cubre en la escuela secundaria Insurgentes de Guasave, Sinaloa. “Escuela grande, personas frías que ni siquiera saludaban al paso de maestros. Me sentía solo en las calles polvorientas. No me llegó al corazón”.
La casualidad tocó a su puerta profesional durante la cena de Navidad en la casa de su tío el ex gobernador Francisco García Montero cuando el Jefe de la SEP del estado en aquel tiempo entre conversaciones diversas, la mamá del maestro Juan José contestó ante la pregunta del funcionario sobre dónde trabajaba su hijo.
El resultado fue poner los datos en una servilleta que sirviera como un dictamen provisional para otorgar la facilidad de que regresara a su escuela secundaria Amado Nervo, ya como docente de matemáticas: “nadie es profeta en su tierra, pero yo lo quería hacer”.
A los pocos días recibe el telegrama para que se presentara a trabajar en una de las cinco secundarias que existían en ese tiempo. Las demás estaban ubicadas en Santiago, Tepic, Acaponeta y Tuxpan. Recibe la noticia el primer día del año de 1970 y sintió que había sido un éxito que lo cimbraba porque era un compromiso y una alegría conjuntada y en un flamante edificio.
¿De sus dificultades? “Es que nos dieron la orden de aplicar el programa de estudio de matemáticas moderna con influencia francesa y durante mi época de estudio en la Normal Superior de Nayarit, era otro el plan y contenidos, y tuve que ir a Guadalajara para comprar los escasos libros que había, para ponerme al corriente.”
Le pregunto por el principio: “estuve algunos meses como prefecto hasta que se jubilaron los maestros Salvador Jumilla y Antonio Sánchez de quien guardo gratos recuerdos y profundos afectos”. Estaba la maestra Alejandra Estrada Corro como directora que pronto se hicieron compadres, a pesar de las edades.
Rememoro cuando sus clases y su forma eficiente de impartir: “la experiencia la adquieres al renovar lo que no sirve y fortalecer lo que funciona. En Guasave aprendí de los concursos. Aquí utilizaba las felicidades, los puntos buenos y de lo mejor de los demás maestros se va uno apropiando de sus ideas.
Con el paso de las clases adquiere uno el método al experimentar. Me gustaba que el alumno llevara sus calificaciones como la manera más fácil de que hubiera transparencia”. Cuando obtuve un punto bueno, me sentí el alumno más feliz del planeta y sonrío por dentro de mi inocencia. Me hundo en mis recuerdos como si fuera una piedra en el agua y sus ondas me alcanzan en este espacio donde fluye tanta tranquilidad y mis emociones alcanzan la entrevista.
¿Cómo logró laborar en la preparatoria 6 y con alumnos rebeldes? “También por otra servilleta”, y reímos. “Me gustaba visitar a mi tío Francisco durante las vacaciones y se reunían para jugar y convivir sus amigos. Entre ellos estaba el rector apellidado Cano y yo les hacía mandados. Para ellos era Pepe. Al final salí con la orden en una servilleta y en septiembre de 1974 ya era el nuevo maestro de matemáticas. Aunque ya tenía experiencia porque fui estudiante de 1970 al 72 de en esa misma escuela.
El director era el doctor Roberto Coronado. Le cubría clases a la maestra María Engracia cuando pedía licencia porque perdía la voz. Esto me ayudó a que hubiera confianza con los compañeros y alumnos”. Ya se jubiló de esta escuela preparatoria y de sus satisfacciones es que jamás un grupo le hizo lo que se llama “la pinta”.
Le pregunto por estudios superiores y pronto me responde que también estudió física, y química; claro aparte de matemáticas en la Normal Superior de Nayarit; maestría en educación en la Superior de Oaxaca y en la escuela de Bellas Artes, dibujo y pintura.
Al mirarlo cuando va contestando, ha sido para nosotros entre la confianza como el maestro “Juanjo”. Recuerdo cuando a punto de venir por primera vez a la escuela me encomendé a Dios y la virgen santísima para que me fuera bien en sus clases. “Es muy duro, me recordaron”. No pude dormir por el miedo…
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