Como cualquier buena mamá, cuando Diana supo que estaba esperando un bebé, hizo lo que pudo para ayudar a su hijo Luisito de tres años, para que se preparara a enfrentar una nueva etapa en su vida.
Supieron que el nuevo bebé, sería una niña. Día y noche Luisito le cantaba y le cantaba a su hermanita en el vientre de su madre. Él estaba encariñándose con su hermanita, aún antes de conocerla. Deseaba jugar con ella y protegerla.
El embarazo de Diana progresó normalmente y a los nueve meses empezó su labor de parto. Pronto los dolores eran cada cinco y cada tres minutos; y, finalmente, cada minuto.
Pero una complicación se presentó de repente y Diana tuvo que pasar varias horas en labor de parto.
Los médicos dijeron que requeriría una cesárea. Luego de muchas horas de lucha, la hermanita de Luisito nació, pero en muy malas condiciones. La llevaron inmediatamente en una ambulancia a la Unidad de Cuidados Intensivos, sección neonatal del Hospital de la ciudad.
Los días pasaron y la niña empeoraba. Los pediatras tuvieron qué decirle finalmente a los padres, las terribles palabras: “Hay muy pocas esperanzas, prepárense para lo peor”. Diana y su esposo se contactaron con el cementerio local para apartar un lugar para su hijita.
Ellos habían construido un cuarto nuevo para su hija y ahora se encontraban haciendo arreglos para un funeral. Sin embargo, Luisito, le rogaba a sus padres, que lo dejaran ver a su hermanita, diciendo una y otra vez: “Quiero cantarle como cuando estaba en la panza de mi mami”.
Estuvieron dos semanas en Terapia Intensiva y parecía que el funeral vendría antes de que se acabara la semana. Luisito siguió insistiendo que quería cantarle a su hermanita, pero le explicaban que no se permitía la entrada de niños a Terapia Intensiva; pero a Luisito no le quedaba claro e insistió hasta que su mami se decidió.
Diana llevaría a Luisito, a ver a su hermanita. ¡Lo dejaran o no! Si no veía a su hermanita en ese momento, tal vez no la vería viva nunca más. Ella le puso un overol inmenso y lo llevo a Terapia Intensiva. Luisito iba escondido en una enorme canasta de ropa sucia; pero la jefa de enfermeras se dio cuenta de que era un niño oculto y se enfureció, “¡Saquen a ese niño de aquí, ahora mismo! ¡No se admiten niños aquí!”.
El carácter fuerte de Diana afloró y, olvidándose de sus lindos modales de dama que siempre la habían caracterizado, miró con ojos de acero a la enfermera. Sus labios eran una sola línea y con firmeza dijo: “Él no se va, hasta que pueda ver y cantarle a su hermanita”; y levantó a Luisito llevándolo a la cama de su hermanita.
Él miró a la pequeñita, ya perdiendo la batalla por conservar la vida… Después de un momento empezó a cantar con la voz que sale del corazón de un niño de tres años. Luisito comenzó a cantarle: “Eres mi luz del sol, mi única luz, tú me haces feliz cuando el cielo es gris”.
Instantáneamente, la bebe pareció responder al estímulo de la voz de Luisito. Su pulso se empezó a volver normal. “Sigue cantando hijo”, le pedía desesperadamente su mamá, con lágrimas en los ojos, Y el niño seguía cantando: “Tú no sabes querida hermanita, cuánto te amo yo, por favor te pido que ya vengas hoy”.
Al tiempo que Luisito cantaba a su hermanita, la bebé se movía y su respiración se volvía tan suavecita como la de un gatito cuando lo acarician. “Sigue cantando cariño”, le decía su mamá y él continuaba haciéndolo, como cuando todavía su hermanita estaba en el vientre de su madre. “La otra noche hermanita, cuando yo dormía, soñé abrazarte y un besito te di”.
Mientras seguía cantando el niño; la hermanita de Luisito empezó a relajarse y a dormir con un sueño reparador, que parecía que la mejoraba por segundos. “Sigue cantando Luisito”; ahora era la voz de la enfermera gruñona que con lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta no dejaba de pedirle al niño que continuara. “Tú eres mi luz, mi única amiga y con amor te pido ven ya por favor”.
Al día siguiente, la niña estaba casi en perfectas condiciones para irse a casa. Los periódicos y noticieros no daban cabida y lo llamaron: “El Milagro de la canción de un Hermano”. Los doctores le llamaron simplemente “un milagro”. Diana le llamó “El Milagro del amor de Dios y su misericordia”.
Esta es una hermosa historia del poder del amor en todas circunstancias. ¡Nunca te rindas!; ¡Lucha por la gente que amas! El amor es increíblemente poderoso. Si realmente quieres a alguien, cuéntale esta historia; y si a la persona a quien se lo relatas no le llega al corazón, es porque no sabe amar a sus prójimos.
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