Los abrazos y buenos deseos por el inicio del 2015 llegaron en cascada. Para entonces, los tamales, los buñuelos y demás delicias culinarias que se suelen degustar para recibir el año nuevo, ya habían saciado los paladares. Todo mundo expresando sus buenos deseos mutuamente.
En lo particular y siguiendo las sugerencias de un amigo cibernauta, me propuse, al menos el último día del año, olvidar mis amarguras, mis pensamientos negros y negativos. Es decir, hacer a un lado los problemas que había venido arrastrando a lo largo del año, para disfrutar de la familia y así recibir el 2015 con un poco de optimismo.
Después de analizar situaciones y condiciones, se acordó velar la noche en medio de una “tamaliza” y un atole de piña. El único requisito fue que todos deberíamos colaborar. Yo elegí batir la masa, pensando pues en que esa tarea me resultaría más fácil debido a mi experiencia como panadero. Todo sería dirigido obviamente por “La Jefa”.
A eso de la una y media de tarde empezó la faena; sin embargo, apenas habían transcurrido 10 minutos cuando resentí la fatiga. Quise pedir paz, es decir, “rundar el arpa”, pero el orgullo me lo impidió y continué batiendo la masa. Soporté el dolor de hombros y brazos. Desparramé el amasijo por toda la mesa, por poco y me fracturo un dedo, ¡Pero jamás me rajé! “Quería tamales, ¡Ándele pues!… Dele duro, ya mero termina”, dijo en tono burlón Anahí, mi hija; aunque para entonces ya empezaba a odiar los tamales.

Los guisos y el atole fueron obra de La Jefa. Ella misma embarrruscó las hojas con la masa mientras que Bethy y Anahí se dedicaron a “amarrar” los tamales para más tarde colocarlos en la vaporera. Claudia también colaboró con su granito de arena. Dos horas después quedaron listos, súper deliciosos. Pero sobra decir que todo se debió al batidor de masa.
Antes de que el reloj diera las últimas campanadas del año nos trasladamos a la casa de Pedro. Ahí recibimos el año nuevo y luego decidimos desplazarnos a la zona centro para disfrutar del “Baile de la Fogata” que gratuitamente ofrecieron las autoridades municipales, justo al pie de la presidencia.
La música de la Banda Marqués, de los Vecinos de Durango y de otra agrupación musical mantuvo a todos contentos. Yo me divertí viendo bailar a las parejas. Saludé a algunos paisanos, y a eso de las tres de la mañana emprendimos el regreso a casa. Morfeo me mantuvo castigado un buen lapso. Después soñé que le daba de puñetazos a la masa de los tamales.
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