
El hombre, robusto y chaparrón me miró fijamente, en actitud retadora; aunque más bien pienso que se puso a la defensiva.
Se sorprendió todavía más cuando le pregunté si era originario de Mecatán y si su nombre era el de Raúl.
Tras responder afirmativamente, me soltó dos preguntas a la vez: “¿Para qué soy bueno?; ¿Me conoces?”.
“Sí – le respondí –; nos conocimos en la Casa del Estudiante, allá por mil novecientos setenta y tantos. Soy de Ahuacatlán, paisano de Montero y del “Fish”.
Encontré ayer lunes a Raúl Rosas reposando y degustando una bebida en los portales del hotel Fray Junípero. Junto a él estaban otras dos personas; una de ellas era Nacho Aréchiga, coincidentemente mi paisano.
Luego de un breve intercambio de palaras le infundí confianza, pero tengo la sospecha de que Raúl no logró recordarme. Pienso que se quedó con la duda, aunque sí pude convencerlo que, al igual que él, también habité en la Casa del Estudiante. Raúl cursaba la carrera de Leyes y yo estudiaba en la escuela de Turismo
A Raúl Rosas lo conocíamos mejor como “Mecatán” y en aquellos tiempos figuraba como cabecilla de un grupo estudiantil, a través del cual buscó la presidencia de la entonces FEUN – Federación de Estudiantes de Nayarit -.
Mecatán y yo recordamos a algunos de nuestros compañeros que también se acogieron en la Casa del Estudiante, al Mike y a La Presa, a Murillo y a Toño Orozco, al Lenchillo y al Palmillas, al Aguilús y a Montero, a Ledezma y a Adán, la mayoría de ellos convertidos en excelentes profesionistas, muchos ya jubilados.
En verdad me dió mucho gusto saludar y dialogar- aunque muy rápidamente – con el licenciado Raúl Rosas, y no quise desaprovechar la oportunidad para comentar aquella anécdota surgida precisamente cuando buscó la presidencia de la FEUN…
Se decía que en una ocasión, tratando de conseguir adeptos, el Mecatán acudió junto con su equipo a la Prepa Uno. Raúl hablaba fuerte y esa vez inició su discurso arengando a los estudiantes para que le otorgaran su apoyo: “Compañeros, nosotros! semos de la planilla….”. Mecatán no pudo terminar la frase, pues en ese instante alguien lo interrumpió tratando de corregirlo y en voz alta: “Somos, Mecatán”…. «¡Ah!, ¿usted también?, ¡Pues véngase con nosotros!”.
La charla con el licenciado Raúl Rosas apenas sí duró algunos seis minutos, pero insisto, avistarlo, después de treinta y tantos años, me causó alegría.
Me despedí de “Mecatán” con un fuerte apretón de manos, pero apenas había dado cuatro pasos cuando diviso a otro entrañable compañero. Solo que éste otro estaba en el interior del Fray, conversando por cierto con Fernando Meza, colega periodista.

Se trataba del famoso “Chocolate”, cuyo nombre correcto es el de Marco Antonio Hernández Estrada. Ambos me invitaron a su mesa, pero yo desistí debido al factor tiempo.
Marco Antonio y yo fuimos compañeros de universidad. Cinco años juntos compartiendo las aulas en la escuela de Turismo. En realidad no ha cambiado mucho, aunque ya su cabeza exhibe poco pelo.
El Chocolate y yo rememoramos también nuestra época de estudiantes. Preguntamos uno y otro por los demás compañeros, por Gaytán y por el Güero Ortiz, por Saúl y Pancho Rivas, por Iván y por Chalío, por Hugo y por Marcos Esquivel, por Domy y por la Chutis, por Marisela y por Ana, por las Marthas y por las Griseldas, por Luz y por Juanita, por Natalia y por Vicky, entre algunos otros.
Marco Antonio Hernández, hay que recordar, estuvo entre los reflectores políticos en los tiempos de Toño Echevarría. Causó algunas controversias como diputado, como aquella vez que llevó algunos burros al Congreso.
En fin. Fueron estos, dos agradables encuentros que me hicieron transportar hacia otras épocas, ¡Mi época de estudiante!
Discussion about this post